Votos Rotos, La Venganza de un Científico
ta de Aureli
cada movimiento enviando nuevas olas de agonía a través de los huesos rotos. Mis súplicas a Javier habían caído en oídos
durante lo que pareció una eternidad, las luces de la ciudad desvaneciéndose en la desolada e
a el cielo amoratado del amanecer. La luz de la luna se filtraba por las ventanas mugrientas, proyectand
ie en la penumbra opresiva, su rostro ilegible. Bambi estaba a su lado, una figura
provista de toda calidez-. No me dejaste otra opción. Te n
comprensión me golpeó con la fuerza de un golpe f
temblorosa-. ¿De qué tipo de
ada y ornamentada barra de metal, su superficie brillando
eló la sangre. Le entregóbrillaban con un deleite escalofriant
o contra los guardias-. ¡No p
icas, su mirada
de metal que sostenía-. Enséñale lo que pasa cuando me desafía
jos desprovist
a. Necesitas aprender disciplina. N
contra mis costillas. Intenté hablar, suplicar,
balanceándose suavemente en su mano. Unado falsa simpatía-. Esto te va a dole
ido escalofria
impasible. Estaba disfrutando
distante-. Necesitamos asegurarnos de que no pueda escr
nos. Mis manos, mis herramient
zó en mi mano izquierda, la que ya estaba vendada. Un dolor abrasador, más agudo que cualquie
i se
vier? Es basta
a leve sonrisa jug
egúrate de qu
martillazo a mi alma. Mis manos, una vez tan hábiles, tan precisas, estaban siendo si
orriendo por mi rostro. Apenas podía respirar. El dol
su pecho agitado, un bri
o escribirá nada duran
do mis manos destrozadas. Se arrodill
relia? ¿Entiendes con
do inmenso, demasiado abrumador. Mi mundo se encogí
do se vol
sas nasales. Mis manos estaban fuertemente vendadas, suspendidas en cabestrillos, palpitando con un
estás despierta. Estaba tan preocupado -se inclinó, su voz espesa con lo que sonaba a remordimiento-. Lo si
ta. ¿Accidente? ¿Se dejó llevar? Él lo había orqu
oz ronca-. Viste cómo me rompí
ro se e
endo nuestros intereses. Estabas siendo irracional -apretó mi brazo-. Pero ya he organizad
no a mi creci
da. Pero se lo expliqué. Necesitabas aprender una
lló aún más. Todavía la estaba pro
su voz un ro
olo nosotros. Dejaremos atrás toda esta... desagradable situación -hizo un gesto alrededor de la habitación estéril, como si dese
e. De encarcelarme en una j
itar. Quería arrancarle la garganta. Pero no podía.
una caja de chocolates artesanales, una tableta nueva cargada con mis libros electrónicos favoritos. Todas las cosas
ojos llenos de adoración. Recordé los regalos considerados, los momentos tranquilos de ris
la grotesca. Sus regalos eran cade
us labios roz
elia. Volveremos a se
a un "antes". Él
o extendiéndose por mi pecho. Mi cor
pentina y aguda resonó
olpe. La cabeza de Javier
rado a su esbelta figura. Sus ojos estaban grandes y llorosos
asustada -me miró, sus ojos grandes con un miedo fingido-. Lo siento mucho,
e, corriendo a su lado. La envolvió
í. Estás a salvo -le acarició el pelo, su mirada
rándose de mí. Se había ido de verdad. Su corazón,
d, por su fingida vulnerabilidad. La veía como una damisela en apuros, una cosa preciosa q
de claridad, fría y aguda, se instaló en mi mente. Ya no era
do. Pero mi historia, mi búsqued