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Votos Rotos, La Venganza de un Científico

Votos Rotos, La Venganza de un Científico

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:2060    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:11

mi hermana su premio póstumo de investigación. Se lo entreg

y el trabajo de mi vida -la cura para el mismo cáncer que se

s. Luego, hizo que me rompieran las manos, las manos de una neurocientíf

a toda mi carrera y a disculparme pú

taba aprender. ¿Cómo pudo el hombre que juró

exto iluminó mi pantalla: "¿Necesitas ayuda? Le debo una deuda a tu familia". É

ítu

ta de Aureli

punto de descifrar el código de un cáncer raro y agresivo, el mismo que me había arrebatado a mi madre y que ahor

taba Javier

ra arrebatarle a Karla su premio póstumo de investigación. Quería

bi que mató

o lo sabía. Creía

o es

el consejo es

staba enmarcado en la puerta, su silueta bloqueando la

gaba como u

Fi

a estéril. Mis manos temblaban, no de fatiga, sino de un pav

premio. Su trabajo

s, usualmente tan cálidos y acogedores, eran fríos, duros como el hiel

amarga se

visión de Karla. Has

mpre hacía cuando s

urelia. Y renunciarás a cualquier rec

despiadado. Mi hermana, Karla. Mi brillante, amable y frágil hermana menor.

se en mi garganta-. Después de que Bambi la incriminara. Después

despectivo que me

por las acciones de Karla.

ntra su propia mentora? -mi voz se alzó, cargada de rabia y do

o un paso más cerca, su sombra envolviéndome-

enía ni idea del tormento que vivía. La

sprovista de toda calidez-. Llevó a mi hermana a

erró l

as, Aurelia? Muéstrame

ando de esperanza. Luego, las llamadas frenéticas, los viciosos ataques en línea, las acusaciones fabricadas

ucionarios, meticulosamente clonados y reatribuidos a Bambi. Las marcas de tiempo, las direcciones IP, todo apuntaba a Bambi. Pero la prueba final y con

blor-. Tu red. Tus servidores. Le diste a Bambi acces

, vi un destello de algo, algo parecido al miedo, pero fue r

urelia. Esa es una

la v

brillo peligr

desacreditaré tu investigación -hizo un gesto alrededor del laboratorio, hacia la maquinaria int

y asfixiantes. El trabajo de mi vida. La cura que po

audible-. Esta investigación... sal

permaneció

apoyar a Bambi. De lo contrario, me aseguraré de que tu nombre sea borrado de cada revista científica, cada beca, cada universidad -s

Me dejó sin aliento. Hablaba en

con una ferocidad que

cuatro

. Pero no había salida. Todavía no.

do. Los flashes de las cámaras, la multitud zumbando de anticipación. Javier estaba allí, u

a Garza, para presentar el prestigioso Premio al Innovad

ancé, una marioneta en los hilos de Javier. Bambi me ofreció una sonrisa empal

mis dedos rozando el metal frío. Mi mirada se

premio y su cara de suficiencia c

i voz era plana, sin emoción, un marcado contraste con la alegría fingida a mi alreded

inó, su voz u

n correcta, Aurelia

ía, un gesto fing

. Su toque se sintió co

vantó una copa, un brindis silencioso por su victoria, por mi humillación pública

cutibles. Él sostenía su mano, su mirada fija en ella con una intensidad que una v

as palabras resonaban en mi mente, un estribillo cruel y burlón. Ahora, sus ojos sostenían a Bambi con esa mis

rloteo festivo. Mi asistent

ó, su voz frenética-. El nuevo lote... están contamina

ras. Las que acababa de preparar con tanto esmero. Las

arré el teléfono, m

imió-. Es una pér

bitación girando a mi alrededor. Esto fue obra de Bam

ía reía, su brazo alrededor de la c

ia él, cada paso un acto deliberado de volu

LA

cabeza se giró bruscamente, una marca carmesí floreciendo en

como platos por la sorpresa. Bárbara

pí, mi voz ronca de furia-. ¡Arruinó m

illa, su mirada

-se volvió hacia ella, su voz suavizándose-. No te preocupes, cariño. Compensar

no se trataba de dinero o becas. Se trataba de Karla. Se trataba de

Crees que todo se puede comprar, reemplazar, compensar -mi voz bajó a un sus

su mandíbu

e que signific

, mis ojos clavados en los suyos-, q

mbi soltó un grito teatr

iento débil... tod

áticamente, sus

atención en ella, su rostr

antó en brazos, acunándola contra él,

l silencio atónito, el aire todavía denso con las se

anza murió en mi corazón. S

e debo una deuda a tu familia"*. Era Bruno Montero. Había sido colega de Karla, un CEO r

an por la bofetada, pero un nuevo tipo de resolución se asentó en lo profund

ra la

blorosos, pero con una nueva determi

ayó sobre mí. Javier. Había vuelto. Sus ojos se entrecerraron, la

relia? -preguntó, su

e me resbaló

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