Ocho años perdidos, ahora por fin libre
de E
n una nota personal: "Elena, estarás allí. Necesitamos mostrar un frente unido, por el bien del bufete. Y por el nuestro. Necesitamos hablar, como
el bufete. Sino por mí misma. Haría una
reflejando los flashes de las cámaras. El aire estaba cargado con el aroma de perfumes caros y m
ente con el de él, su cabeza echada hacia atrás en una carcajada. Llevaba un vestido del color de las esmeraldas en bruto, brillante y ceñido, dis
a nueva pareja de poder del bufete. Yo observaba desde la barrera, un fantasma en
habitación abarrotada, y su sonrisa triunfante se ensanchó. Se desenredó de Ricardo, pa
ara. Honestamente pensé que estarías escondida en un rincón oscuro, lamiéndote las heridas". Tomó un sorbo de su champaña, s
tro lado de la habitación, estaba observando, una leve sonrisa en sus labio
í, mi voz tranquila, firme, "
La música seguía sonando, las risas continuaban a l
un destello de confusión. Comenzó a moverse,
asociada amargada y acabada sin futuro?". Tomó otro sorbo teatral de champaña. "¿O quizás finalmente vas a
da, mientras que otras... bueno, otras eligen huir. De sus problemas. De sus errores. De sus propios cuerpos". Sus ojos brillaron con malicia. "Dime, Elena,
abierta y purulenta de ese recuerdo. La habitación estéril. Los instrumentos fríos. El vacío que siguió, físico y emocional. Todo por Ricardo. Todo por
muy abiertos, un horror naciente en su ro
allí, observando, mientras Sofí
la suya. "Ocho años. Ocho años pasé creyendo tus mentiras. Creyendo que éramos un equipo. Que cada sacrificio que hice fue por nosotros". Di un paso adelante, acortando la distancia entre nosotros, obligándolo a mirarme a los
os espectadores. Estallaron sus
uriosa. "¡Elena, basta! ¡Estás haciendo una escena
or y egoísta que usa a la gente hasta que ya no es conveniente". Mi voz se hizo más fuerte, más potente, alimentada por och
e, los clientes, los asociados. "Se acabó ser tu 'asistente legal
peso de mis palabras. Estrelló su copa de champaña contra una mesa cercana, el cristal rompiéndos
retensión. Se abalanzó sobre mí, su mano levantada, pero algunos de los s
l derecho a tocarme el día que me llamaste 'mercancía dañada'. Y perdiste el derecho a mi vida el día que le diste
tendiéndose por mi rostro, una sonrisa genuina por primera vez en años. "Ya he encontrad
a y me alejé. Mis tacones resonaban contra el suelo de mármol, cada paso una rotunda declaración de liberta
te seguí caminando, hacia la noche, hacia un futu