Ocho años perdidos, ahora por fin libre

de E

ez, era diferente. Esta vez, mientras caminaba hacia Recursos Humanos, había una ligereza en mis pasos, un propósito desa

dor. La Sra. Jiménez, una mujer de rostro amable que había estado en el bufete más tiempo que nadie, levantó

contra mi pierna. "Sra. Jiménez", comencé, mi voz firme a

erio? Acabas de... acabas de perder la sociedad junior, lo sé, pero pensé que te quedarías y lucharías por ella e

mé, encontrando sus ojos

ante, su voz baja. "¿

abrá hasta que esté hecho". Hice una pausa, luego agreg

e sonrisa tocó sus labios. Asintió lentamente. "Entiendo, Elena. De verdad. Eres una de las mejores, ¿s

carne viva. Simplemente asentí, un nudo apretado

aire se llenó con el silencioso clic-clac de las teclas,

Lo había estado ignorando desde que envié ese único y desafiante "No". Había llamado tres

io sobre el escritorio. "Solo firma aquí, Elena. Y tu c

mbre, una floritura de libertad. Se sintió sorp

ando de contactarte. Ha estado llamando a mi oficina ta

la cabeza. "Y

a. Era Ricardo. "Elena, ¿qué demonios está pasando? Mi asistente acaba de decirme que renuncia

l aborto, cuando yo era una sombra de mí misma, me compró un brazalete de diamantes. "Por ser tan comprensiva", había dicho. Cuando me enteré de que se había ido de fin de semana con otra asociada para una "reunión con un cliente", se

z, era puro asco. La idea de sus manos sobre mí, sus palabras

que sea. Pon tu precio. Podemos irnos este fin de

rarme de nuevo con un viaje de fin de semana y p

torio de la Sra. Jiménez. Una envoltura de caramelo

spuesta. Una p

No me contactes de nue

a quedarme en su casa cuando me lo pedía, nunca lo h

silencio desconcertante se extendió entre la Sra. Jiménez y y

estaba en shock. Genuinamente no podía comprender que yo, Elena Taylor, su "asistente legal gratuita", su "mercancía dañada", finalm

a un rudo