Vendida, Inculpada, Ahora está libre
no, es muy poco probable que pueda volver a concebir. -Las palabras d
por el shock, se volvió ceniciento. Retrocedió tambaleánd
ra de dolor, sollozaba incontrolablemente. Sus llantos, crudos y gutura
unto a su cama, con la
de quién era el bebé, Bárbara? -Levantó la cabeza de golp
Extendió una mano temblorosa, agarrando s
estro bebé. -Su voz era ahogad
tello de pánico, luego una desesperada protección, luch
lo-. No, Bárbara, no fue tu culpa.
ra se suavizaron, ree
a, Alejandro -se lamentó
ntos guardias de seguridad. Mi mirada se desvió hacia el abdomen plano de Bárbara. Una
a mi tacto, a mi deseo. "Estoy demasiado ocupado, Sofía". "Necesito concentrarme en el trabajo". "¿No cr
e había culpado a mí misma, preguntándome qué había hecho mal. Per
Pero se había estado acostando con Bárbara, construyendo una fami
onado por la rabia. Se abalanzó, un animal salvaje, su puño conectando con mi mandíbula. La fuerza del golpe me hizo ca
una mueca desafiante en mi rostro
a ardiendo de furia, se
é dij
ca-, que tal vez no era t
dio un revés en la cara, enviándome a volar por la habitación. Mi cabeza golpeó la esquina del marc
la noche entró de golpe, helándome hasta los huesos. Me sostuvo a medio salir,
su voz cruda de furia-. ¡Eres
por lo que te estaban haciendo, por cómo estabas sufriendo! ¿Por qué desapareciste? ¡¿Por qué no volviste a casa?! -Su voz se quebró, una súpli
su agarre
Solo sabes cómo destruir!
esca de dolor. Pero vi a través de él. Vi la autocompasión, el intento desesperado de
uspendida a medio salir de la ventana, el viento azotando mi cabello, no
s audible por encima del viento-
suelo con un ruido
una bestia enjaulada-. ¡¿Crees que puedes simplemente alejarte de l
en protesta. Me palpitaba la cabeza y la
Mi voz era tranquila, desprovista d
lando con un cálculo esc
amente tu culpabilidad. Confesarás todo. Y renunciarás formalmente a todos los derechos sobre
angre llenó mi boca. Quería que me convirtiera en un fantasma, que me borrara
u voz un susurro frío-. Esta es tu úl
ices. "Mi pequeña luchadora", solía decir. "Siempre defiende lo que es correcto". Recordé su cálido abrazo, sus palabras reconfortantes, su amor inquebrant
te, las palabras rasgand
i casona. Mi voz, entumecida y hueca, leyó la confesión preescrita. Lo admití todo: haber incriminado a Bárbara,
ellas de plástico, periódicos arrugados- cayó sobre mí. Me acurruqué en un
e juntos, triunfantes. Ella sonreía, una sonrisa radiante y victoriosa. Él la sostení
ificada por un megáfon
as, Bárbara Rivas y yo nos casaremos. Un nuev
onas y crueles. Casado. Con Bárbara. Mi m
esperdicios era abrumador. Las puertas se cerraron de golpe, sumergiéndome en una oscuridad sofocante. El camió
ión discordante en la oscuridad sofocante.
oído-. ¿Estás bien? Vi las noticias. Voy a buscarte. Y