Descubrí su testamento, fingí mi muerte
sa
que toda la casa tembló. Escuché el rugido del motor d
habían desaparecido. Reemplazados por un desastre arrugado en el cesto de basura. Los hab
madera pulida de la mesa. Un
azo la rodeaba, posesivo. El pie de foto decía: «Alejandro es finalmente mío ahora. Re
na escapada de fin de semana, un garabato infantil que él había dibujado para ella. Siempre se hacía la artista inocente y frágil, pero sus mensajes estaban llenos de veneno. Incluso una vez intentó «
jandro, dormido, con la cabeza en la almohada de ella. Y llevaba... mi pijama
solo una cosita tonta que Alejandro hizo para hacerme sentir segura. Me ama. Siempre me ha amado». Luego, las líneas que me he
que hacían que mi sonrisa iluminara una habitación. No se trataba de mi espíritu indomable, ni de mi sonrisa enc
solo náuseas físicas. Era asco puro, sin adulterar. Asco por él, por ella, por mí misma por haber sido tan completam
ra un recipiente de cría. Una madre sustituta. Un reemplazo para una mujer que
a. Sentí como si me hubieran arrancado el corazón
bí un único mensaje de vuelta a Sofía: «Disfruta tu
a pantalla. Recordé cómo una vez me había gritado por siquiera atrever
es, toqué «bloquear»
zas en línea. Para mañana por la mañana. No tenía mucho. Solo unas cuantas cajas de libros, algo
na última vez. Esta casa extravagante, esta jaula de oro. N
l aire, pesado con su engaño, de rep
na higuera olvidada que luchaba por la luz. La llevé al coche, la coloqué sua
s. Vacías, sí, pero limpias. Trasplanté la higuera, colocándola junto a la ventana dond
mero privado y discreto. Dudé,
rtante y formal-. El señor G
lejandro, fría y f
ué intentas provocar a Sofía? ¡Es delicada, lo sabes!
pre su corazón. Nunca el mío. Nunc
ipulador asomando-. Vuelve, y podemos olvidar todo esto. Incluso
ba yo. Solo le importaba el niño, el heredero que necesitaba para Sof
scuchando? -Su voz e
n de «finalizar llamada». Luego bloqueé s
No los molestaría. Si