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Guerra de mafiosas

Capítulo 7 VII

Palabras:1298    |    Actualizado en: 28/11/2025

ar, sumirme en la inconsciencia e incendiarme en las llamas de la pasión. Ella, obviamente tenía sus contactos en el bajo mundo

avaricia. David pensaba que yo era una mujerzuela y que si se enteraba Karina no iba a pasar nada porque él siempre lo hacía, acostarse con chicas de la mala vida y ella le perdonaba tod

ien quién era yo y que simplemente la había t

o-, restregó ella los dientes presa de l

que ya no le sirves-, le dijo el sicario. David sabía lo que significaba eso. Empalideció, desorbitó los ojos, su boca rodó por los suelos y las mujeres huyeron gritando aterradas. De pronto el silencio se quebró en un millón de pedazos cuando el tipo rastrilló la automática y ¡pum! ¡pum! ¡pum! lo acribilló al pobre tipo, despellejándolo por co

me llevó a las estrellas con sus besos y caricias, me estremeció cuando me hizo suya y luego quedé sumida en la i

*

erocidad con "sus clientes". Chantajeaba a los comerciantes de su vecindario y de otros barrios de la ciudad, exigiéndoles el pago de un dinero a cambio de no atacarlos, agredirlos, incendiar sus comercios y hacerles la vida imposible. Era muy malvado, en realidad. Golpeaba cruelm

go César contaba con cómplices bien pagados que lo protegían, lo ayudaban y escondían y le era imposible a la policía dar con su paradero. Amparado, ent

portante traslado de oro ilegal a mercados europeos. César manejaba un escuadrón de sicarios para sus negocios turbios, sujetos bien entrenados y experimentados y que yo requería con urgencia

jado, armonioso, seductor y varonil, su pecho grandote, repleto de vellos, sus manos igualmente en

cosa llevó a la otra, nos hicimos enamorados y sostuvimos una relación muy tórrida e intensa, con muchos besos y caricias, entregados, además, a los placeres de las carnes desnudas. Hicimos el amor

r era un tipo muy curioso, desconfiaba hasta de su sombra y nunca se le conoció amigo alguno, ni siquiera yo pese a los contratos que teníamos. -Yo no tengo amigos, jamás los tuve ni los tendré porque en toda amistad siempre está la ambición y las ansias de poder, la verdadera amistad no existe, Kate, nadie es

morada, me entregaba a él muy apasionada y encandilada, sin embargo una tarde César

me dijo y yo le creí, cuando la verdad era que él se había llevado el oro

pté su explicación, porque ya les digo,

de de mi secretaria, Nancy Evans y le dijo a ella lo que había hecho Cé

brazos y el dinero perdido en ese oro no me afectaba mi economía. Lo único que hice fue dejarlo a verlo. C

aceptó que me había

ecién, en mala hora, lo que él había querido dec

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