Su amor de él, Mi infierno, Su justicia de ella
eaba violentamente con el movimiento de las olas, amenazando con desprenderse de su cable oxidado y hundirme en el abismo agitado de abajo. Mi fobia era una mant
insondable, tragándose los últimos vestigios de luz del día. Mi mente retrocedió a una pesadilla de la infancia: ser arrasty sin vida, apareció detrás de mis párpados. Isolda. Su última palabra resonó en mis oído
el suelo enrejado de la jaula. La puerta oxidada se abrió con un chirrido, lue
nte, el sonido de las olas amplificado, un rugido gutural en mis oídos. Apreté los ojos, luchando contra las náuseas que subíanadas por el viento y el romper de las olas. Algunos señalaban, otros parecían horrorizad
a disfrutando esto, cada segundo agonizante de mi tormento. Tenía
mirada, fría y analítica. Pero había algo más, también. Un destello de algo en su postura, una ligera rigidez en sus hombros,
. La grúa se sacudió y la jaula comenzó a descender.
latía tan fuerte que pensé que estallaría a través de mi pecho. Mi visión se tunelizó. El
dedor, empujando y tirando. Me debatí, mis manos agarrando las barras, mis pulmones gritando por
cio. Sus últimos momentos. ¿Era esto suficie
na pequeña brasa en la vasta oscuridad. Lucharía. So
ían en las profundidades, distorsionadas y aterradoras. Mi mente gritaba, pero mi cuerpo permanecía quieto, un acto
meciendo mis extremidades. Mis pulmones ardían. Justo cuando pensé qu
ce, glori
ne viva. Todo mi ser dolía, cada músculo gritando en protesta. Me aferré a las barras,
elle. Mis ojos, irritados por la sal, buscaron a Ezequiel. Todavía estaba allí, su rostro ilegible. Isolda,
había forjado de nuevo, endurecido por la
a, pero firme-. Lo prometist
mí por un momento, un destello de algo que no pu
e -dijo, su voz pla
no deslizándose posesiv
bia, cariño. Pero ya está hecho. Podemos
erza-. Lo prometiste. Ayuda par
asintió s
irección. Primeros auxi
nvadió. Al menos alguien iba. Pero, ¿"primeros auxilios básicos
jadeó. Su mano vo
algo anda mal! -Se agarró el vientre, colapsando dramáticam
e preocupación. Inmediatamente la tomó en sus brazos, su anter
larma genuina, un marcado contraste con la fría indiferencia que
rostro en su hombr
se estuviera desgarrando por dentro. El estrés... todo
alabras me golpearon como un golpe físico,
reció. Me lanzó una mirada furio
-gruñó, su voz llena de veneno-.
xplicar, de contarle sus mentiras, su manipulación-. ¡
terru
odos modos. La abandonaste. Esto es obra tuya
erador de la grúa, su
Déjala ahí. Si tiene algo de sentido común, encontrará su propio
desapareciendo en la oscuridad. Isolda miró hacia atrás, una s
el viento, en el rugido del océano. Se había ido. Me h
agua, permitiéndome salir con dificultad al muelle. Mis piernas estaban débiles, mi cuerpo entum
palabras ahogadas por la
bierto donde solía estar mi corazón. Mis piernas se negaban a moverse. Me quedé allí, acurrucada en el muelle
hé una voz. Era alguien del
"Solo asegúrate de que reciba la atención mí
uxilios básicos" para mi madre, y luego lo r
do más allá de sus límites por el miedo y el