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Su amor de él, Mi infierno, Su justicia de ella

Capítulo 3 

Palabras:1486    |    Actualizado en: 17/11/2025

eaba violentamente con el movimiento de las olas, amenazando con desprenderse de su cable oxidado y hundirme en el abismo agitado de abajo. Mi fobia era una mant

insondable, tragándose los últimos vestigios de luz del día. Mi mente retrocedió a una pesadilla de la infancia: ser arrast

y sin vida, apareció detrás de mis párpados. Isolda. Su última palabra resonó en mis oído

el suelo enrejado de la jaula. La puerta oxidada se abrió con un chirrido, lue

nte, el sonido de las olas amplificado, un rugido gutural en mis oídos. Apreté los ojos, luchando contra las náuseas que subía

nadas por el viento y el romper de las olas. Algunos señalaban, otros parecían horrorizad

a disfrutando esto, cada segundo agonizante de mi tormento. Tenía

mirada, fría y analítica. Pero había algo más, también. Un destello de algo en su postura, una ligera rigidez en sus hombros,

. La grúa se sacudió y la jaula comenzó a descender.

latía tan fuerte que pensé que estallaría a través de mi pecho. Mi visión se tunelizó. El

dedor, empujando y tirando. Me debatí, mis manos agarrando las barras, mis pulmones gritando por

cio. Sus últimos momentos. ¿Era esto suficie

na pequeña brasa en la vasta oscuridad. Lucharía. So

ían en las profundidades, distorsionadas y aterradoras. Mi mente gritaba, pero mi cuerpo permanecía quieto, un acto

meciendo mis extremidades. Mis pulmones ardían. Justo cuando pensé qu

ce, glori

ne viva. Todo mi ser dolía, cada músculo gritando en protesta. Me aferré a las barras,

elle. Mis ojos, irritados por la sal, buscaron a Ezequiel. Todavía estaba allí, su rostro ilegible. Isolda,

había forjado de nuevo, endurecido por la

a, pero firme-. Lo prometist

mí por un momento, un destello de algo que no pu

e -dijo, su voz pla

no deslizándose posesiv

bia, cariño. Pero ya está hecho. Podemos

erza-. Lo prometiste. Ayuda par

asintió s

irección. Primeros auxi

nvadió. Al menos alguien iba. Pero, ¿"primeros auxilios básicos

jadeó. Su mano vo

algo anda mal! -Se agarró el vientre, colapsando dramáticam

e preocupación. Inmediatamente la tomó en sus brazos, su anter

larma genuina, un marcado contraste con la fría indiferencia que

rostro en su hombr

se estuviera desgarrando por dentro. El estrés... todo

alabras me golpearon como un golpe físico,

reció. Me lanzó una mirada furio

-gruñó, su voz llena de veneno-.

xplicar, de contarle sus mentiras, su manipulación-. ¡

terru

odos modos. La abandonaste. Esto es obra tuya

erador de la grúa, su

Déjala ahí. Si tiene algo de sentido común, encontrará su propio

desapareciendo en la oscuridad. Isolda miró hacia atrás, una s

el viento, en el rugido del océano. Se había ido. Me h

agua, permitiéndome salir con dificultad al muelle. Mis piernas estaban débiles, mi cuerpo entum

palabras ahogadas por la

bierto donde solía estar mi corazón. Mis piernas se negaban a moverse. Me quedé allí, acurrucada en el muelle

hé una voz. Era alguien del

"Solo asegúrate de que reciba la atención mí

uxilios básicos" para mi madre, y luego lo r

do más allá de sus límites por el miedo y el

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