Su amor de él, Mi infierno, Su justicia de ella
le, un texto de un número desconocido: *Tu madre est
Había cortado cuidadosamente todos los lazos, comunicándome con mi madre solo a través de un correo electrónico co
abía dejado a su cuidadora. Sin respuesta. Probé su teléfono fijo, luego su
costillas. Las calles eran desconocidas, mi nueva vida un frágil escudo. Re
ipal estaba entreabierta, con madera astillada colgando precariamente de sus bisagras. El césp
iendo, mi
á? ¡¿
rcidos por todas partes. Parecía que un tornado la había atravesado. Vi un
biertos de par en par por el terror, mirando fijamente al techo. Un profundo corte le marcaba la frente, y su delgad
blando mientras la alcanzaba. Su piel e
ojos parpadearon hacia mí, luego se dilataron. Una lágrima t
oz apenas audible, luego tosió
ura, me invadió. I
propia voz temblando-. Te cons
voz del operador era tranquila, pero mi mundo giraba. Tra
a una ambulancia inmediatamente! -grité, tratando de da
e -dijo el operador-. ¿Cuá
uché un clic en la línea. Luego, otra voz, sua
ni ninguna atención médica. -Era Ezequiel. Su voz, usualment
s un susurro-. ¿Qué has hecho
e fondo: Isolda-. Pero verás, Brielle, tu madre ya no es una priorida
as corriendo por mi rostro-. ¡Dejaste
-. Sintió que estabas tratando de esconder a tu madre de ella, de imped
?! ¡Se está mur
os servicios de emergencia en este distrito están actualmen
oqueado los servicios de emerg
pidamente-. Por favor, está enferma. No puede sobrevivir a esto. Está sufrie
la suave y triunfante ri
ás a mí. Te disculparás públicamente con Isolda por todo el dolor que le has ca
a para mamá! -sollocé, agarrando la
de ayuda-. Lo experimentarás tú misma. Imagina que te dejen en un coche, a
endo amnesia durante meses. Me hizo creer que no recordab
un nuevo horror apoderándose de mí-
dejaste en los restos ardientes después de nuestro acciden
léfono-. ¡Ella no estaba allí!
teñida de triunfo-. Fotos de ella en el asi
cosa. Podría haber retocado las fotos. Podría hab
dijo, su voz volviéndose fría de nuevo-. Quizás se necesite un
de Isolda, clar
del mar. Siempre odió el océano, ¿no? Eso
lizante a las aguas profundas y abiertas. Solo mi familia m
quebrándose-. Por fav
ito -arrulló Isolda-. Ezequiel, c
Ve al viejo muelle, en la Playa Negra. Hay una jaula colgando de la grúa. Mét
viejo muelle, abandonado durante décadas, era notorio. Y la jaula... sabía exactamente a qué tipo de jau
dre moribunda. Su respiración era apena
voz escalofriantemente tranquila-. O más bien, cont
Sus ojos parpadearon, luego se quedaron quietos. Un
, sacudiéndola s
uperficiales. Su mano, que todavía so
abía
sesperación crudas, sin adulterar. La habían matado. Isolda. Y E
ía e inquebrantable comenzó a formarse en lo más profundo de
léfono, mi voz plana, desprovista de
ejo muelle se alzaba, una estructura esquelética contra el cielo enojado y amoratado. Una sola grúa oxidada sobresao del agua abierta. Las olas rompían contra los pilotes, un sonido hambriento y rug
cho una promesa. No a Ezequiel
to fúnebre que parecía lamentar mi destino. Caminé hacia el muelle, cada paso una batalla contra mi propia fobia aplastante. Cuanto m
con romperse. Las olas de abajo se agitaban, oscuras e insondables. Se me revolvió e
tormentoso. Ezequiel. Y a su lado, Isolda, su cabello azotando su
. Esperaban q
vadió. Los ojos sin vida de mi madre
ría. No ahor
ula se balanceaba, una fauce hambrienta esperando para tragarme entera. El agua de abajo era un abismo oscuro y arremolinado. Se me cortó la respir
i madre. Su sonrisa amable. Sus manos gen
la prácticamente vibraba de placer malicioso. Sus ojos brillaban con una alegría depredado
me detuviera, que retrocediera, pero mi mente, alimentada por el dolor y una ardiente necesidad de venganza,