Él puso fin a nuestro para siempre
/0/20828/coverbig.jpg?v=2ea0998e310f5eb632fb809c5c1bdb2a&imageMogr2/format/webp)
ponía que me iba a proponer matrimonio. Nuestro futuro e
iosa lo convenció de que yo era una cazafortunas que lo arruinarí
tro compromi
ó conmigo cayendo desde una azotea y destrozándome el brazo. Luego, fui secuestrada por una agencia turbia, atrapada po
iempre, me abandonó a mi suerte mientras defe
ra una beca de diseño en París. Era mi única escapatoria. La acep
ítu
finales. Para mí, Amanda Stevens, era por un solo momento: Benjamín Kane, mi novio de siete años, arrodillándose. Todo el mundo sabía que iba a pasar. Los murmullos nos seguían como un
tambor frenético contra mis costillas. Siete años. Toda una vida para nosotros. Lo habíamos planeado todo, cada detalle de nuestras vidas, hasta el tipo de perro que
quilo cerca de la entrada principal. Intenté no mirar, pero mis ojos estaban pegados a él. Contestó, su voz baja, casi un s
os nudillos blancos-. ¿Cómo... cómo supiste eso? -Hubo una pausa, un silencio largo y agonizante. Se m
vez, pero también un escalofriante indicio de consideración-. ¿Me dejaría en la bancarrota? -Las palabras atravesaron el mu
ó. Jenna Christian. Una estudiante becada. Su nombre era como un fragmento de vidrio en mi oído. La familia
abía sacudido más de lo que admitió. Lo había descartado como mala suerte. Pero ahora... ¿la persona que llamaba lo había predicho? Un escalofrío recorrió mi espalda. La conversación c
bancarrota? ¿Jenna Christian? Mi mente daba vueltas. ¿Qué era esto? ¿Una broma cruel? ¿Un malentendido? Q
n mí. La calidez había desaparecido. Reemplazada por una mirada fría y calculadora que nunca había visto di
a, desprovista de emoción-
, Ben? -susurré, con la garganta
Sus palabras eran concretas, pesadas, co
da rosa pálido de repente se sintió como un sudario. Lo miré fijamente, buscando en sus ojos cualquier r
jamín. De repente, cada mirada persistente, cada risa compartida que Benjamín tenía con ella, se reprodujo en mi mente como un montaje horrible. A menudo la mencionaba, l
ada, sentados en una banca del Parque México. Me había confesado su inseguridad más profunda, el miedo de que la gente solo estuviera detrás del dinero de su familia. Me había reído, asegurándole que mi
o para tocar mi brazo, pero me aparté de un respingo, c
alir. -Jenna Christian estaba a nuestro lado, con los ojos grandes e inocentes, un pequeño ceñ
zo en el estómago. -Jenna. Todo está bien. Solo... una llamada rápida. -Le ofreci
s invitados, el tintineo de las copas. Mis ojos se movían entre ellos. La forma en que Benjamín la miraba, la forma
ulpa, o quizás solo de exasperación, cruzó su rostro. -A
nas un susurro-. ¿Después
de nuevo hacia Jenna, que ahora tiraba sutilmente de su ma
rprendentemente similar a un motivo que había estado desarrollando para mi colección final, un símbolo de mi propia resiliencia. Le
na? -pregunté, mi voz p
en sus labios antes de desaparecer. -¿Oh, esto? Solo algo que improvisé. Siempre me han encantado
dirigida a mí. -Amanda, ¿qué te pasa? Es solo un bolso. -Miró a J
do? -siseé, las palabras s
Jenna sea talentosa no significa que te esté robando. -Puso una mano reconfortante en el brazo de Jenna-. No te preocupes por ella, J
ue un triple golpe. Mi corazón, ya magullado, sintió que finalmente se estaba haciendo
. -Me di la vuelta, ignorando su expresión atónita, ignorando la mirada triunfante de Jenna. Salí del s
École de la Chambre Syndicale de la Couture Parisienne. Había aplicado meses atrás, un plan B, una es
mín había querido que dejara mi carrera después de la graduación, que me enfocara en su familia, en nuestro futur
. Mis dedos volaron por la pantalla. Aceptar