La mentira que llamó amor
ista de El
uro, el que se alineaba perfectamente con mi pasión. Me lo había arrebatado, se lo había entregado a Brenda como un juguete. Recordé haberle preguntado a Brenda al respecto, una conversación casual en l
hubiera tenido ese trabajo, el que Javi robó, mamá habría recibido la mejor atención. Podría seg
en la caseta de vigilancia, tragándome mi orgullo, la última pizca de mi dignidad. Ignoré las miradas, l
rostro, "solo déjenme hablar con Javi. Solo por cinco minutos. S
rente esta vez, me m
onible. No está recibiendo llamadas. Dij
ra como si estuviera de vuelta en esa caseta telefónica, la misma voz fría, el mismo muro impenetrable. Me abalancé hacia adelante,
da de desdén. "Ya tiene novia. Una nueva vida.
a, entrando por la misma puerta de la que me habían prohibido el paso, una sonrisa triunfante en su ro
a ella, Elena", había dicho, su voz apenas un susurro.
amor, de cualquier cosa que me conectara con Javi,
de mis náuseas. Metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña caja de terciopelo. La abrió, reve
é de ti, siempre". Sonrió, una curva confiada y segura en sus labios. "No sabía que la muerte de t
ia Brenda, que todav
hacer esto. Ven, tú también. Nos arrodillaremos juntos y pres
ción de Javi, surgió a través de mí, fresco y abrumador. Las lágrimas corrían por mi rostro, no por él, sino por mamá, por la vida
bró, cruda de
uino en ellos. Casi parecía dispuesto a retroceder. Pero Brenda,
o siento mucho! ¡Nunca debí haber tomado ese tr
tan convincente que la mirada de Javi se suavizó inmediatam
errible por el resto de mi vida. ¡Me atormentará
directamente en la lápida de mamá. La piedra se tambaleó, luego con un raspado repugnante, una esquina del mármol
cara, una bofetada rotunda. Me lancé sobre ella entonces, ciega de rabia, arañando y empuja