La mentira que llamó amor
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proyecto ultrasecreto. Me prometió que volvería en tres años y, como
llamadas y cada centavo de su compensación por riesgo habían sido d
ero un encuentro casual en su tumba se tornó violento. Javi me aventó con brutalidad
renda solo se quedaron mirando, apostan
ombra se cernió sobre mí. Era mi esposo, Damián Cárd
ítu
vier Rodríguez me había prometido justo una semana antes de desaparecer en un proyecto ultrasecreto d
or del otro desde la universidad en el Tec de Monterrey. Él era brillante, un ingeniero de software con ojos que chispeaban de ambición, y yo, Elena Garza, estaba lista para ser su esposa. Había
oscuro, conversaciones en susurros y, de repente, Javi ya no estaba. Dijo que era por patriotismo, una oportunidad úni
apresuradas, su abra
mos todo justo donde lo dejamos. Te lo pr
que había comprado para una prueba de damas de ho
oración silenciosa por su regreso seguro. Le creí. Puse toda mi energía en ser la f
nados. Pero la mayoría de las veces, la línea hacía clic y una voz monótona decía: "El tiempo personal de Javier Rodríguez
aba su fuerza, nuestros ahorros, mi esperanza. Las cuentas del hospital se amontonaban c
ecesitaba su compensación del gobierno, el pago por riesgo que seguramente estaba ganando
fría y robóti
de Javier Rodrígue
palabras, pero no las procesé. Todo su tiempo de llamadas. Cada maldito minuto, desviado. Fue c
la vuelta en la caseta telefónica, las luces fluorescentes de las instalaciones zumb
brillante y despreocupado. Prácticamente pasó saltando a mi lado, un guardia de seguridad le sonrió cálidamente, haciéndole señas para
r la autorización especial. Javi l
Para Brenda. Mientra
avi, ahogada pero clara
¿sigues triste por tu ruptura?
a desesperada me recorrió. Me moví hacia la puerta, un grito primario creciendo en mi g
tro ahora sombrío, pus
e entrar. No tie
ombre que se suponía que era mi futuro. Debió ver la devastación total en mis ojos, la forma
ensación por riesgo a ella, Elena. Para su
mocional. Mi madre, consumiéndose, y el dinero de Javi, nu
ento un susurro de mi nombre, las facturas médicas un peso silencioso y aplastante sobre mi corazón. Me culpé a mí misma. Si tan solo hubiera sido más fuerte, más inteligente
omo mi corazón, tomé una decisión. No más esperas. No más Elena, la prometida pacie
mián Cárdenas. Mi esposo. Y ahora, estábamos intentando tener un bebé, una nueva vida floreciendo de las cenizas de la anterior. Nuestro viaje hacia la paternidad me llevó de vuelta a una ciudad familiar, a una especialis
te luz del sol que entraba por los ventanales. Se me cortó la respiración, un nudo frío se formó en mi estómago. Y a su lado, riendo, con la mano metida posesivamente
vestidos se les acercó, feli
uimera es verdaderamente revolucionario!
había regresado como un héroe. El director del proyecto, un hombre distinguido que recon
ás finalmente oigamos campanas de boda par
eló. Campanas de
algo. O a alguien. Su mirada pasó sobre mí, se detuvo una fracción de segundo, pero me apreté contra un macetón con una palmera, deseando ser invisibl
. Soltó una risita, sus ojos mirando astutamente hacia la entrada. "Además, quién sabe, tal vez Elena finalmen
olpearon como un golpe físico, un recordatorio de la vida