Secretos de la esposa olvidada: Ahora brilla
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to hacía tres años. Pero mientras yo marcaba frenéticamente a su celular, que se iba directo a buzón, él
por tres años, la benefactora secreta que con
ra un video de mi trauma más profundo y privado a todos los inv
el corazón destroza
ron que yo solo era una esposa pobre
nología a la que habían estado tratando de impresionar todo este tiempo
ítu
ista de El
secreto hacía tres años. Pero su celular se iba directo a buzón, justo cuando Aitana Anthony, m
. Se casa con un magnate de la tecnología. Parece que tu
culo social? Era invisible. Cada intento que hice por presentárselo a mi madre, para que viera al hombre que supuestamente me hací
el y repetitiva en la que yo
, su respiración era superficial. Sus ojos, usualmen
ible-. Mi niña. Solo quiero... con
is huesos. Era esto. La petici
léfono. Bruno. Tenía que encontrar a Bruno.
vez. Direc
veces. Buz
era vez.
tuvieron respuesta, tragadas
Estaba de pie junto a la cama de mi madre, las lágrimas corrían por mi rostro. Mi mirad
mioneta de lujo, una sonrisa venenosa pintada en su rostro.
iencia. Su voz, usualmente irritante, ahora estaba teñida de una capa extr
ano de mi madre apretó la mía. Mi atención e
. ¿No hay un esposo guapo corriendo a tu lado? Ah, espera. Eso es probab
Siempre sabía cómo g
vamente hacia el hospital-. Querida, Galilea, mi hermana, es la que se casa con la riqueza. ¡Una boda ex
as palabras flotaran en el ai
a de toda la ciudad. Un helicóptero privado, na
alor que se extendía por mi cara. Apreté más fuerte la
por segundo. Una sombra cayó sobre los terrenos del hospit
ando el aire en un vórtice violento. Era de Bruno. Lo sabía. La p
se encendió dentro de mí. Él venía. Tenía que ser. Se apresura
alivio, tan profunda que casi me dobló las rodillas, me invadió. No
biertos y triunfantes, fijos en el helicóptero. Saltaba sobre las
enéticamente-. ¡El esposo de Galilea! ¡El m
o un puñetazo en el estómago, me robaron el a
iunfante-. No por ti, Elena. Nunca por ti. ¿De verdad pensa
, tratando de encontrarle sentido a lo imposible. Bruno.
mpecable esmoquin blanco, una sonrisa radiante en su rostro. Extendió su mano, no hacia mí, no hacia mi madre
el que me había casado en secreto, se estaba casando con otr
orpresa en sus ojos, antes de que su rostro se quedar
rugido del helicóptero y el parloteo emocionado de los invitados a la boda. Sentí
lemente, buscó mi teléfono. So