Ya no soy un mero número: Me elevo
aché detrás de una fila de coches estacionados, mi corazón latiendo a un ritmo frenético contra mis costillas. Kael estaba de pie junto a la acera, su mirada fija en las p
cascada de seda. Se movía con una gracia etérea, una delicada muñeca de porcelana. Se me cortó la respiración. El rostro de Kael, usualmente una máscara de es
, y luego, la besó. Un beso largo, tierno y apasionado que hablaba de un profundo anhelo y un afecto profundo. Mis rodillas se doblaro
éndose en hielo en mis venas. Mi visión se nubló. No podía ser. No podía. Alba. Alba Warren. Mi h
he cuando yo tenía diez años. Mi padre, consumido por la culpa y el dolor -él conducía-, se había vuelto a casar rápidamente. No por amor, sino por conveniencia,
. Ni siquiera a los diez años. Sabía que mi madre había sido la que tenía el dinero, las conexiones familiares que habían construido su incipiente imperio empresarial. Ella lo había
a la víctima inocente, siempre encontrando una manera de brillar atenuando mi luz. La idea de Kael, mi Kael, amándola, me rev
de Alba, una maleta de mano de diseñador que parecía increíblemente ligera. Pasó su brazo por su cintura, atrayéndola posesivamente hacia él. Caminaron hacia un coche que esperaba, un cuadro de afecto
ía. No podía respirar. Aún así, una fascinación mórbida me mantuvo cautiva. Los seguí, una sombra si
gré graznar,
tanas polarizadas. Él la tocaba constantemente, su mano en su rodilla, su cabeza girando ocasionalmente para susurrar algo que
rrida, acababa de ocurrir un choque múltiple. El conductor de mi taxi pisó el freno, pero era demasiado tarde. Quedamos atrapados en la reacción en cadena, un impacto discorlagrosamente intacto, detenido justo más allá del principal naufragio. Salió del c
cunándola como si estuviera hecha de cristal frágil. Su rostro estaba grabado con una cruda preocupación, sus ojos escan
?", escuché, o quizás i
bre el volante. Estaba atrapada, mi puerta atascada, mi cabeza palpitando. Observé, impotente, cómo Kael sostenía a A
coche destrozado, Alba, con los
débil, "¿viste... vist
, se desvió hacia mi coche, co
ostro estaba manchado de sangre, mi cabello desordenado, mis ojos abiertos de par en par por el terror y la incredulidad.
. Apartó la vista, su brazo a
cualquier calidez. "Solo una... una transeúnte s
on el golpe más cruel hasta ahora. Martillaron mi corazón ya des