Ya no soy un mero número: Me elevo
uerza que hizo temblar el candelabro de cristal de arriba. La conversación susurrada y con
a ardiente, ahora estaban vacíos, ardiendo con un dolor hueco y agonizante. Mi mirada, afilada e implacable, empaló a Kael. Estaba sentado detrás de su imponente escritorio de caoba, su expresión ilegible
onando como un toque de difuntos en el pulido suelo de mármol. Mi voz, cua
sabiendo a ceniza. "¿Un experimento
fríos como glaciares, se
plana, desprovista de cualquier emoción disc
radiza, un sonid
o goteando de cada sílaba. "¡Te di tres años de
stello de algo il
por una apuesta, s
ado. Tenía razón. Había comenzado como una apuesta. Pero e
mucho tiempo", susurré, mi
nto de muñeca, deslizó una delgada y
iempo. Suficiente para asegurar que estés bi
pagarme por mi amor, por mi vida. Se levantó entonces, una figura alta e imponente, sus movim
nido. En cambio, mi mano se disparó, agarrando su muñeca, mis
hilo. "Por favor, Kael. No hag
zás incluso un atisbo de arrepentimiento. Mi mente daba vueltas, repasando cada momento tierno, cada risa compartida, cada intimidad silenciosa. La
. Miró la pantalla, y un sutil cambio ocurrió en su comportamiento. Sus ojos se suavizaron, una leve sonrisa, casi
on firmeza, apartó m
suave ahora, pero dirigida a su teléf
dome allí de pie, con la mano aún extendida, el fantas
s algo, cualquier cosa, para apoyarme. Mis dedos se cerraron alrededor de un pesado decantador de cristal. Con un grito gutural que se desgarró de
rtió en un vórtice de destrucción, un testimonio del caos dentro de mí. El socio de negocios y el asistente personal de Kael, que se habían quedado paralizados de te
Una risa hueca y desolada escapó de mis labios, resonando en el silencio destrozado. Era una risa desprovista de
hizo nada para enfriar el infierno que ardía dentro de mí. Me sequé una lágrima rebelde que finalment
lando el elegante sedán negro de
te de respuestas. Necesitaba verla. Ver a la mujer que él había elegido
o nada, simplemente asintió y aceleró. El coche de Kael iba rápido, casi imprudentement
das del AICM, sus faros cortando la penumbra del amanecer. Mi corazón martilleaba contra