Las pastillas del Leteo
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ria de Ma
xperiencia espiritual; somos seres espir
eilhard
l a lo que hay arriba, y lo que hay arriba, igual a lo que hay aba
os – Jorge
os un viejo cano de cabello anti-guo, gr
eru - La Div
o amplio y desconocido que la rodeaba, la amalgama de olores y perfumes que se abrían paso a la vez. Con cierta dificultad, se incorporó apoyándose con las manos hasta arrimarse en el espaldar de la cama, apartó el cubre-c
ada desde el otro lado de un espejo. Se acercó a ella, puso su mano sobre la superficie lisa y recorrió c
tenía impregnada la imagen de un reloj de arena. Encima de éste unos audífonos color negro. Abrió el cajón y vio la fotografía de una muchacha muy parecida a la que había
rigarse otra vez con ese pequeño universo. Con curiosidad, repasó las cortinas blancas, recogidas, los anaqueles con libros. De todo, lo más llamativo eran los rostros enmarcados que colgaban en la pared: ¿familia-res?, ¿amigos?, ¿seres de otro mundo? En la primera imagen, una mujer morena, con sonrisa de gitana, clavaba sus ojos en un hombre con bigote café, lentes y un gesto de sargento. Era la celebración de algún aconteci-miento especial.
mulaban las de un pequeño baúl pirata. Se acercó para abrirlo y se llenó con un aroma a palo santo que le trajo sensaciones ambigu
vaporosa que se le aparecía en la cabeza. Aquél baúl era una perfecta caja de pandora de la cual no sabía si saldría vo-lando un murciélago, un canario o se toparía con un fog
o lugar. Podía percibir el viento, ver las aves. Una inespera-da tibieza, con la forma de un dedo húmedo acariciando su piel la estremeció en la espalda. Se encogió al sentirse abrazada. Podía escuchar la voz de un hombre susurrándole al oído: "Tú y yo, somos dos aves majestuosas, somos como dos cóndores volando entre los nevados". Se llenó de ansiedad. Cada prenda, cada cajón y cada objeto de ese lu
. Despe
rvaba emocionada detrás
.? -dijo ret
tó la mujer, sin poder oc
, al moverse, provocaba un chasquido. Debía tratarse de alguien muy cercana. Aunque ella no recordara aquél pelo
ojos, al fi
ónde e
es a la sala -dijo secán
liz momento de verte. Sé que