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La Princesa de Mafia

Capítulo 3 3

Palabras:1674    |    Actualizado en: Hoy, a las 00:27

abeza me daba vueltas debido a la cantidad excesiva de licor que había consumido; no recordaba haber pagado nada de eso. La música

año. Cerré la puerta detrás de mí y examiné los cubículos uno a uno. Aparentemente, me encontraba sola. Abrí el grifo y mojé mi rostro. El agua despe

corrido parcialmente mi maquillaje, así que tuve que retocarlo. Ya había sido suficiente por una noche; l

ed-. ¿Qué demonios te pasa, imbécil? -interrogué alzando el mentón para ob

iel bronceada y era algo musculoso. En sus pupilas podía ver varias motas rojas, señal de que est

mi cintura se volvía pesada. Pensaba en cómo hacerle una llave y evaluaba la presión con la que sujetaba mis muñecas. ¿Cuánto ti

se hicieron esperar, pero lo que llamó mi atención fue el guardia de seguridad parado en la puerta, pis

nando en su dirección

osotros; ya ajustaría cuentas con ellos después por no estar atentos en todo momento. Les hice una seña

e miradas curiosas-. ¿Sabes los problemas que tendríamos si ese hombre mur

n dio un vuelco al escucharlo, pero seguramente era todo el alcohol en mi sistema-. Esto no habría pasad

er mi torrente sanguíneo

fetearlo por su atrevimiento, pero la detuvo en el aire con la suya-. Suélt

damos tan cerca que podía contar las pestañas que cubrían sus ojos, de haber querido hacerlo. Mi rit

areció en la boca del gu

usurró en mi oído, inclinándose para que lo escuc

a piel de gallina. Jamás pensé que una simple

no tiene tantas garras

tono más amenazante que fui capaz de conjurar, aunq

nque aún lo sigues siendo... pero creer que puedes darme órdenes solo te vuelve más tierna. -Su mirad

cuando esta fue abordada por la de Alonzo, qu

s míos, instándome a responderle. Así lo hice: mis manos viajaron hasta su rostro para pegarlo más contra mí. Giré el cue

hacer. Alonzo colocó uno de sus dedos debajo de mi barbilla, levantándola para que lo mirara directament

-cuestioné, apartand

ocurrió para que dejaras

dirección. De todas las explicaciones posibles, definitivamente esa no era l

por su mejilla-. No vuelvas a hacerlo, a menos que quieras quedarte sin l

cesa -dijo con ese

completo. Sin pensarlo, posé mis labios sobre los suyos, devolviéndole

manos inseguras sobre mi cintura, levantando el vestido que llevaba, mientras yo desataba su

ntí sin siquiera pensarlo. Me sujetó de la cintura, levantándome con una so

así? -pregunté, traslada

s de mujeres. Aquel pensamiento no me gustó para nada. El guardaespaldas vol

habitaciones de hotel. Alonzo se detuvo en una y posó la llave sobre el

a orilla de mis bragas. Comencé a desabrocharle la camisa y la dejamos caer a un lado junto con el saco. E

star más duros-. ¿A quién pensabas recibir así? -preguntó, mordiéndolo suavemente. La acción me hizo

ándolo del cabello-. A

, y cada una de ellas me hizo alcanzar las estrellas con el orgasmo liberador que provocó. Acabé rendi

te desnuda, así que tomé una de las batas que daba el hotel para cubrirme. Miré por el rabillo del ojo: no

se fuera cuanto antes. Fui hacia la puerta, ajusta

o estarán una semana en las cloacas -dije, levantan

to. Mi pulso se aceleró al ver que sacaba la Makarov de su pantalón y se dirigía di

o, asqueroso traidor!

e había tenido sexo con Alonzo Rinaldi, y este parecía igual de confundido qu

os hombres... ¿Por qué

a matarme y baila

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