La traición del Don: Mi imparable ascenso
ía
clóset se cerr
intió como un disparo. Luego la sala estalló. Vítores, silbidos, el tintineo de l
o, y sentí una finalidad escalofriante alojarse profundamente en mi
. Él los había dicho para salvar las apariencias. Yo los había dic
go de dignidad -susurró una
su tono sugería lo contrario-. Casi. Ne
ban vueltas en mi dirección, sus ojos un cóctel nauseabundo de piedad y de
levanté. Mis piernas se sentían como ag
a vuelta, la puerta
Se sintió como
nte la evidencia. Los labios de Isabella estaban hinchados, rojos y ligeramente entreabiertos. Y
educido a polvo, de alguna manera enco
sonaba delgada y distante, co
to bien. Me
eran solo para Isabella, una mirada suave y posesiva en su rostr
opia obsesión. Llamé a un coche y me hundí en e
. Un archivo de v
a estaba oscura, iluminada solo por la tenue luz de deba
-la voz de Dante era baja, un estruendo d
ella era un ro
ija de la sirvienta te mantiene caliente por la n
o. Se prolongó, cada segundo un nuevo tipo de tortura. Esperé a que d
a cargada de una emoción que no pude i
i nunca te pue
deo t
ños, toda mi vida adulta
as digitales de triunfo que no necesitaba ver. Llegué a la fría y vac
era pesado, el diamante frío. Un con
oro. Golpeó la porcelana con un
el diamante captando la luz una última vez
ación, aguda y limpia,
afolio de diseño, la gastada fotografía de mi madr
mansión se abrió de golpe,
ra de furia fría. Detrás de él, aferrada a su b
avándose en mí con una intensidad
illa de calma mortal-. Devuélvelo ahora, y podemos olvidar q
a. Por supues
é nada,
e mie
rga escapó d
sola cosa? ¿Alguna vez he codiciado algo en t
segundo, vi un destel
provechó e
ndose a él-. ¡No tiene precio para mí! -Ext
mpió. Aparté su ma
trevas a
ente hacia atrás, colapsand
ratera, igual que su m
ó. El aire aband
é di
s ojos brillando con lágr
o lleva en la sangre. No puede
bía practicado durante siete miserables añ
nte pudiera protes
-un chasquido agudo y satisfactorio que partió e