Ya no sustituta, la reina regresa.
a Garz
ril a antiséptico. Un hospital. Otra vez. Mi mano estaba envuelta en
Ay, gracias a D
ue siempre me había mostrado una amabilidad constante, corrió a mi lado. Sus ojos, general
ganta seca-. El doctor dijo qu
jeron que si hubiera tardado cinco minutos más en llamar a
ro se c
rdedura, que llamaran a un doctor. Pero no quisieron escuchar. Estaban todos amontonados alrededor de la señorita Hel
manos, con los n
oven Carlos me dijo que dejara de hace
pieza de repu
pierta toda la noche, cambiándole las compresas frías. Cuando el joven Bruno se rompió la pierna esquiando, fue usted quien lo llevó a fisioterapia tres veces por semana porq
no perforando el caparazón entumecido que
sa, su agenda social, incluso aprendió a hacer su sopa favorita, cuya receta solo su m
ndo un camino por mi sien hasta mi cabello. El dolor
isla un bálsamo distante y fresco en mi alma a
globos y serpentinas. El sonido de una celebración jubilosa me golpeó como un golpe físico. Estaban da
josos. Un collar de diamantes de Alejandro. Un auto deportivo antiguo de Diego. U
uerta, la risa murió. Las sonri
ndo sarcasmo-. ¿Decidiste honrarnos con tu prese
y duros-. Dijeron que era una mordedura de araña menor
do en un mal hábito para t
n una máscara de suave decepción qu
-. Helena se siente terrible por lo que pasó. Piensa que la estás culpando.
que habíamos construido, fueron borrados por ese único documento legal que tan ansiosa
Pude sentir la sangre drenando de mi cara, pero forcé mis labios en
je, mi voz inquietantemente
inquietud en sus ojos. No esperaba q
momento, He
¡La hora de mi v
nfancia de Helena. En cambio, la pantalla se llenó con una imagen de alta definición de Helena, cinco años más joven, en u
ás escandalosa que la anterior. El aire en l
y audaces, apareció una leyenda: FELIZ CU
ión estall
mó Diego, su rost
e alimentación, arrancándolo de la
rganizador del eve
de esto se filtra,
ra de horror teatral. Luego, sus ojos encontraron los míos al
dose con angustia practicada-. ¿Cómo
en blanco y se desplomó en el suelo, desmayá
teñida de pánico-. ¡Que algu
la corriendo, sus ojos se encontraron con los míos. La mirada en e
uñó, su voz una prome