Apuesta de cincuenta dólares, venganza de un millón
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de la prepa. Tenía dieciocho años, me moría de hambre y estab
en "Elena la de quinientos", la zorra de la
aron con mi humillación pública, asegur
llegar a la cima de Santa Fe, pero morí sola, llen
a entendí por qué to
uelta en ese salón de clases, momentos antes de la apuesta q
Javier Macías, con una mirada
rienta se había ido. En su lugar había
ítu
ista de El
porque me mo
o mi compañera constante en mi decimoctavo año. Mi cabeza estaba apoyada en mis brazos cruzados, mi mejilla presionada contra l
cerrados, dejando que mis otr
e las luces fluor
ápiz contra el papel a un
susu
urmiendo. Debe estar
sita b
pesos, yo tambié
otra vida, una vida que terminó hace apenas unas horas en un lujoso penthouse en Santa Fe, estas voces eran un ec
sto detrás de mí.
acías? -preguntó otra voz, má
lena Herrera. Es bonita, pero es más pobre q
r Macías, el mariscal de campo estrella y rey de la prepa, consiguiera una foto comprometedora mía. En
-siseó
en perfecta de vulnerabilidad. Pero detrás de mis párpados cerrados, mi mente era una máquina afilada como una na
e, muy cerca. Esperé. Años de negociaciones de alto riesgo me habían ens
Toc
pupitre. Lig
iesta muy necesaria. Levanté la cabeza lentamente, parpadeando como si mis ojos estuvi
er M
bello estaba perfectamente despeinado, su sonrisa era algo practicado y encantador, pero sus ojos...
con voz gr
ronca, justo como sonaría la de u
colonia cara y a algo únicamente suyo, algo que du
como una pregunta, sino como u
frotaba nerviosamente contra su dedo índice. Estaba montando un espectáculo para
a y hambrienta. La presa era un tiburón d
e, casi de form
O
rdo. Probablemente esperaba una pelea
se. Lanzó una mirada de suficiencia y vi
jó pavoneándose, un rey e
rtirse en risas bajas y de aprobación. Pensaron
manga una realidad que me anclaba. El hambre punzante seguía ahí, un rec
el broma cósmica, me había enviado de vuelta. De vuel
rror fatal. Me enviaron d
z, el jue