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Apuesta de cincuenta dólares, venganza de un millón

Capítulo 3 

Palabras:1073    |    Actualizado en: 23/10/2025

ista de El

nte construida de Javier se hizo añicos. Me hizo girar, empujándome contra la madera barata, su cue

y algo que se parecía mucho al nerviosismo. Intentaba ser el agresor, el que esta

nada de sustancia. En mi vida de 28 años, había tra

cio, mi voz un murmu

rte primero? Tene

eran su cuerpo, una mirad

primero?

untaba cómo una chica supuestamente tímida y pobre sabía jugar tan bien a

burlona volviendo a su ros

un golpe sordo. Creyó que estaba siendo casua

ocupes, se

dije, mi voz gote

on un clic. El sonido de la d

entre un libro de texto de química y una camiseta arrugada, estaba exactame

ecordé el número de un volante pegado a un poste de teléfono, uno que había visto mil veces en mis

aburrida respondió

urgente-. Necesito a tu chica más guapa. Y la necesi

adamente sobre una silla. La abrí. Estaba llena de efectivo. Billetes de quinientos pesos. Por supuesto. El padr

a punto d

ños. Tomé diez mil para mí, suficiente para el depósito de una nueva vida. Dejé cin

tén, el lugar más seguro que se me ocu

zación p

desconcertada con un vestido barato de leopardo cuando la

e pagará el rest

rillo tenue y sórdido de la lámpara de noc

e Javier desde el baño-.

enc

cuando la mujer, claramente una pro

ar seguro, pero el temblor delataba su excitación. Sus pies descalzos

, su silueta perfilada por

usurró, su voz espesa

ro junto a la puerta, observé, con u

mano y tiró

avier, no de placer, sino de puro shock. La mujer, fiel a su profesión, le

o, el otro vestido de leopardo,

. Fl

la escena en un estallido de

a mi

redulidad. Miró a la mujer, que ahora estaba sentada y parecía mole

-se quejó la mujer, subiénd

ara, dejándole verla bien. Sonreí, una sonrisa fría y afilada que n

esvaneció, reemplazado p

de desenredarse de las sábanas y d

es una fotografía de veinte mil pesos. Pu

artera sob

ra los servicios de tu nueva amiga. Con

hacia l

uyo. Sácal

mochila al hombro y

ta zorra! -gritó Javier, bajá

la mujer, que lo

que vas? ¡Me debes c

illo. No disminuí la velocidad. Abrí la pesada p

etrás de mí, deja

humillación, Javier, pensé. H

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