Los deseos implacables de mi magnate manipulador
ble para confrontar a Cade por sus acciones. Pero la llamada ya había terminado, dejándola solo
las lágrimas le corrían por las mejillas. La impactante revelación comenzó a calar hon
di cuenta de que era tu primera v
enta. Inclinó la cabeza, incapaz
sobre la cama. La visión de las sábanas, aún con las marcas de la noche
arrojó una caja delante. En
ez había imaginado. En lugar de compartir un momento íntimo con su esposo, habí
sas, extendió la m
ombre le sujetó la barbilla, obligándola a mirarlo a los
ono. Aquel consuelo, viniendo precisamente del desconocido con el qu
as tomaré". "Esto fue un error. C
ida que fuiste anoche", dijo el hombre, cruzánd
ación", confesó Irene. Cerró los ojos y se clavó las uñ
se dibujó en su rostro. "Elegiste mal a tu espos
mo en su voz. Tomó una bocanada de
ella. "Dado nuestro... reciente encuentro, s
ta simetría de sus rasgos: la nariz prominente, la mandíbula elegante y la sutil curva de
es la de Cade. Su sola presencia bastaba para
ne, no era más que un
sposas o hijas por beneficio propio, pero nunca imaginó vivirlo en carne propia. El despreciable a
e la mente. Dudó por un instante. Si Cade no estaba dispuesto a ayudarla
atrevió a preguntar: "¿Y cómo,
emplo, puedo deshacerme de tu esposo. Además, estoy dispuesto a ayudarte con m
barbilla al cuello de ella y su agarre se tensó de r
é lunático! "Dudo que te falten mujeres. A
vadora". Sus ojos recorrieron las facciones de ella mient
la mirada. "¡No soy e
r explotada por ese esposo tuyo que no te merece, ¿por qué no consideras mi oferta?". Se recl
ervía d
a estar engañándote con otra?". Al ver que Irene no tomaba la tarje
mpreso en ella: Braydon Scott. Lo reconoció al instante.
esariales del país, y la Familia Scott como una de s
en el bajo mundo. Aunque se presentaban como empresarios honestos,
abía enredado con alguien verda