Incriminada por el multimillonario que salvé
ista de El
alización por incumplimiento de contrato. La idea de
o para desatar su furia, una asistente de la sala se
su brazo! Dé
oso y permití que me llevara a una pequeña habitación t
tos de años atrás cuando había tenido que sujetar físicamente a Julián durante sus violentos terrores nocturnos. Él había luchado contra mí entonces, arañando y rasguñando como un animal enjaulado
o en su ira. Era un crudo recordatorio de que yo era, y s
solo doloroso. Era profun
No me importó. Estaba a punto de reservar mi propio bole
l próximo vuelo que sale en una hora. Se le espe
etición. Era
a dejar marcas en forma de media luna. Luego, relajé la
Querétaro. Había caído la noche, cubriendo la propiedad en un pesado silencio. Estaba agotada, mi brazo p
nvitados asignada, mi teléfono vibró d
de pastillas del día después. La f
na forma de marcar su territorio, de restregarme en la cara que se esta
empleada, un fantasma que estaba ansiosa por e
piro. Discutir solo crearía más dra
ico me dio una mirada de lástima mientras compraba las pastillas. Cuando regresé, las luces de
o: *Tengo lo
o resp
su puerta. Allí, junto a una bandeja de servicio a la habitación desechada, había un pequeño difusor de aromaterapia de aspecto familiar y un antifaz de s
ocenas de aromas, encontrando la mezcla de lavanda y sándalo que podía calmar su mente acelerada. Había conseguido la manta con peso perfecta, las sábanas del hilo perfecto, las
mi esfuerzo, mis noches en ve
da. Dejé la bolsa de papel en el suelo junto a los artículos desechados
brió de repent
el aire, y el agudo escozor de una bofetada explotó en mi me
o contorsionado por la rabia-.
una bata de seda cubriendo holgadamente sus hombros. Ob
fuerza en la habitación. Grité de dolor cuando sus dedos se cla
a-. ¿Estás tratando de insinuar algo? ¿Que soy una zorra
mentiras era impresionante. Había hecho exactamente lo q
umbido en mis oídos. Sus pupilas estaban dilatadas, su respiración era superficial. Esta
ica se formaba en mi mente, la
na discul
beza lentamente para mirarl
on Constanza acurrucada posesivamente a
ele una discul
on antes de que pudiera detener
voz bajando a ese tono bajo y tranquilizador que había usa
Solo di que lo
rostro de Constanza. Había ganado.
mblando con una mezcla de dolor e
e esquivarlo. Era su reloj, el que le había regalado por su cumpleaños
mis piernas cediendo. Caí con fuerza al suelo, la parte posterior de mi cabeza
l dolor, oí la voz de Jul
ue te l
e. Lo vi, con el brazo alrededor de una Constanza llorosa, susurrándole palabras de consuelo. Ni
o en mi pecho y estuviera apretando mi coraz
No miré hacia atrás. Simplemente salí de la habitación, dejand