Siete años de engaño, ahora una reina
Sofía
anco brillante del techo de una habitación de hospital nítido contra el desenfoque. El dolor era un latido sordo y
. Mi mano voló a mi vientre, un m
ila. -Una voz calm
n hombre llamado Marcos. Estaba de pie
ogré decir co
otente que se sintió como una droga-. Tienes suerte. Unas pocas costillas rota
ión temblorosa. Entonces oí voces de
nadie vio? -preguntó,
el informe para la compañía de seguros. En cuanto a Jimena... las grabaciones de seguridad de la sala de cont
ota de alivio en su voz-. Excele
. Estaba enterrando activamente las pruebas. Sabía que ella lo había hech
i imperceptible asentimiento y se fundió de nuevo en las
a mi lado, tomando mi mano entre las suyas. Su t
acariciando mis nudillos-. Estás de
, mis ojos f
o conspirador, sus ojos brillando con falsa alegría-. Estamos...
. Sus labios rozaron mi mejilla, y tuve que
voz ronca-. No fue un fa
ón de segundo antes de relajarla. Me ayudó a sentarme, ahu
que el equipo técnico realizara un diagnóstico completo. Fue un chip de guía defectuoso. Estas cosas
hizo que mi corazón se acelerara. Ahora, hacía que mi s
udara, que asumiera la culpa. Había jurado que creía en mi inocencia, incluso cuando las pruebas estaban en mi contra. Pero ahora, lo veía con una cl
s limpia". Jimena, con su historial impecable y su sonrisa adorable
en mi corazón. Había terminado de espe
ón segura lista para mí en minutos. Me tomó menos de una hora acceder a los servidores profundos de GarzaTech. Encontré las grabacio
us dedos volando sobre el teclado, una sonrisita engreída en su rostro m
s de chismes y medios de comunicación del país. El archivo se titulaba: «Ejecutiva de
net e
a tecnología. #CancelaAJimena era tendencia mundial. Los patrocinad
al, una sombría sensación de satisfacci
ntentó llegar a mi habitación, pero la seguridad la detuvo. A través de la puerta entreabierta,
e deslicé fuera de la cama, mis costillas gritando en protes
dro, tienes que creerme, yo no lo hice! ¡Alguien me
e manejara la situación. Pero lo que escuché a contin
e, casi una caricia-. Y no me importa. Lo arr
nido que conocía demasiado
-la voz de Jimena estaba
ra como el acero-. Es una extraña. Siempre lo ha sido.
un grito. Mi hombro chocó con un carrito médico de metal. Traqu
r en par por la alarma. Me vio, y por una fracción de segundo, vi pánico pu
é haces fuer
s lágrimas. Vi a Jimena asomándose por encima de su
o sus llamadas detrás de mí. Corrí de regreso a mi habitación y cerré la pu
extr
de construir su mund
e había peleado por mí, protegiéndome de un rival que me había insultado. Había vuelto, magullado y sangrando, y m
orazón de él había sido trasplantado, y yo