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Siete años de engaño, ahora una reina

Capítulo 4 

Palabras:1352    |    Actualizado en: 30/09/2025

Sofía

anco brillante del techo de una habitación de hospital nítido contra el desenfoque. El dolor era un latido sordo y

. Mi mano voló a mi vientre, un m

ila. -Una voz calm

n hombre llamado Marcos. Estaba de pie

ogré decir co

otente que se sintió como una droga-. Tienes suerte. Unas pocas costillas rota

ión temblorosa. Entonces oí voces de

nadie vio? -preguntó,

el informe para la compañía de seguros. En cuanto a Jimena... las grabaciones de seguridad de la sala de cont

ota de alivio en su voz-. Excele

. Estaba enterrando activamente las pruebas. Sabía que ella lo había hech

i imperceptible asentimiento y se fundió de nuevo en las

a mi lado, tomando mi mano entre las suyas. Su t

acariciando mis nudillos-. Estás de

, mis ojos f

o conspirador, sus ojos brillando con falsa alegría-. Estamos...

. Sus labios rozaron mi mejilla, y tuve que

voz ronca-. No fue un fa

ón de segundo antes de relajarla. Me ayudó a sentarme, ahu

que el equipo técnico realizara un diagnóstico completo. Fue un chip de guía defectuoso. Estas cosas

hizo que mi corazón se acelerara. Ahora, hacía que mi s

udara, que asumiera la culpa. Había jurado que creía en mi inocencia, incluso cuando las pruebas estaban en mi contra. Pero ahora, lo veía con una cl

s limpia". Jimena, con su historial impecable y su sonrisa adorable

en mi corazón. Había terminado de espe

ón segura lista para mí en minutos. Me tomó menos de una hora acceder a los servidores profundos de GarzaTech. Encontré las grabacio

us dedos volando sobre el teclado, una sonrisita engreída en su rostro m

s de chismes y medios de comunicación del país. El archivo se titulaba: «Ejecutiva de

net e

a tecnología. #CancelaAJimena era tendencia mundial. Los patrocinad

al, una sombría sensación de satisfacci

ntentó llegar a mi habitación, pero la seguridad la detuvo. A través de la puerta entreabierta,

e deslicé fuera de la cama, mis costillas gritando en protes

dro, tienes que creerme, yo no lo hice! ¡Alguien me

e manejara la situación. Pero lo que escuché a contin

e, casi una caricia-. Y no me importa. Lo arr

nido que conocía demasiado

-la voz de Jimena estaba

ra como el acero-. Es una extraña. Siempre lo ha sido.

un grito. Mi hombro chocó con un carrito médico de metal. Traqu

r en par por la alarma. Me vio, y por una fracción de segundo, vi pánico pu

é haces fuer

s lágrimas. Vi a Jimena asomándose por encima de su

o sus llamadas detrás de mí. Corrí de regreso a mi habitación y cerré la pu

extr

de construir su mund

e había peleado por mí, protegiéndome de un rival que me había insultado. Había vuelto, magullado y sangrando, y m

orazón de él había sido trasplantado, y yo

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