La Venganza Multimillonaria Desatada de la Esposa Repudiada
ista de So
n tres cajas forradas de piel. Cada objeto era un recuerdo, un testimonio de los cinco años qu
entro. Un simple relicario de plata, en forma de corazón. Fue el primer regalo que me dio, en nuestro primer aniversari
o una "necesidad de negocios", un regalo para mantener una buena relación con la familia Palacios. El relicario de repente se sint
ad era todo lo
zó con un golpe suave e insatisfactorio. Una parte de mí, la vieja Sofía, retrocedió. Pero
o de nue
los brazos cruzados, una sonrisa petulante e irritantemente atractiva en su rostro. Parecía como
arlo, concentrándome en doblar un
us padres? ¿Quién va a pagar tus cuentas? No has trabajado un
luntariamente. Había renunciado a mi beca, a mi carrera, a todo mi futuro en la arquitectura, to
s palabras escapándose ante
rco de la puerta y caminó hacia mí, su presencia llenando la habitación, abso
nua como para creerme -susurró, s
equeña para apaciguarlo. Pero entonces miré sus fríos ojos grises y no vi nada del hombre co
agudo, tan absoluto, que quemó el
no -dije, mi voz ta
illo triunfante en sus ojos. Se colgó de su brazo, sus uñas pintada
se haya ido, deberíamos redecorar todo esto. Quizá simplemente quemarlo
lo le sonrió, una sonrisa genuina y
quiera
mí, llenos de desprecio-. Se quedará sin dinero en una
o rápido. Fue una actuación lenta y deliberada de pasión, destinada a destrozarme. Fue
helada en mi pecho. Me sentí como un fantasma en mi pro
foto enmarcada de mi mesita de noche, una foto mía de mi gradua
con una sonrisa maliciosa,
los bordes de la fotografía, convirtiendo la
s pocos objetos sentimentales que me quedaban de mis padres. Alejandro obser
é, el hielo alrededor de m
ó, su expresió
lado a mano que mi padre me había hecho antes de morir. Contenía todas sus cartas
ndome hacia ella-.
, un sonido a
rio, ¿recuerdas? ¿Por qué preocuparse ahora por esta vi
, las lágrimas corriendo por
tarde para e
te -dijo Alejandro, su
Por un momento salvaje y estúpido
a Jimena, sus ojos s
te acerques dem
protegiendo a mí ni a la memoria de
entonada, dej
el dolor abrasador, y arrebaté la caja del fuego. La madera estaba alando la caja contra mi pecho,
, pero no vino hacia mí. Apartó a Ji
ien? ¿Te
os, que ya se estaban ampollad
el que había renunciado a todo. Ahora me miraba, pero no había piedad en sus ojos
es lo que pasa cuando eres desobediente
ue cayera de rodillas y sup
scada llenando mis fosas nasales, sentí una extraña sensación de paz. Me lo h
o hic
nizas, algo nuev
ambre de
egó entonces, una sola y poderosa fr
iva. El plazo de cinco años ha termi
sa extendiéndose por mi rostro, u
agar po
uraría
-