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Su mentira amnésica: Mi vida robada

Capítulo 4 

Palabras:1135    |    Actualizado en: 30/09/2025

vista d

do en protesta. Un tiempo después, logré arrastrarme de

profundo ceño fruncido. Levantó la vista cuando ent

, su voz afilada como un cristal rot

staba negra. La batería se hab

hasta los huesos. -No pude entrar -dije, mi voz ronca y temblorosa-. Los

endureció. -Y Carina... Damián, ella no es quien crees

nido me hizo estremecer-. ¡Estoy harto de que inventes cosas, Atenea! Carina es una mujer dulc

cerniéndose sobre mí. -Es

mo un puñetazo. Decepcionado

rompiendo. Sentí como si hubiera metido la mano en mi pecho y arrancado mi corazó

a ella? ¿Por encima de mí? -pregunté, mi voz que

un destello de algo -¿culpa?- en sus ojos antes de que se exti

en la carne magullada. Me arrastró, tropez

a gran ducha de crist

fría me robó el aliento. Jadeé, farfullando, mientr

pero él me agarró las muñecas, sujetándolas con una fuerza

. Damián me soltó, y me derrumbé en el suelo de azu

i codo se había reabierto, la sangre arrastrada por el agua. Est

eniéndome contra su pecho. Su voz era un suave murmullo contra mi cabello. -Sh

có el botiquín de primeros auxilios y comenzó a aplicar an

ico. Un minuto era un monstruo, al siguiente, u

lo miraban fijamente, un destello d

mplemente me había enamorado de un fantasma, un p

azón destrozado. Una noche, tarde, mi celular vibró con una alerta de noticias. Era una foto de Damián y Carina en

entí nada. La parte de mí que habría sent

a puerta principal se a

gando de su boca perfectamente pintada. -¿Todavía aquí? -preguntó, soplando un

a manera practicada, casi aburrida, en que inh

umas? -pregunté

a mí. Me agarró del brazo sano y presionó la punta incan

ne quemada llenaba el aire. Inmediatamente le agarré la muñec

Qué le está

mbó desde la entrada.

sollozando histéricamente. -Damián, ella... ¡ella

de su hombro, sus ojos llenos de una ira helada que me aterrorizó. -Su

cionar, me agarraron de l

susta fácilmente. Necesitas que te enseñen una lección. -Miró a sus hombres-

r mis mejillas. Él lo sabía. Sabía que mi mano derecha era mi vida, y la estaba

o humeante de mi mano. El otro suj

más a mi piel. Apreté los ojos y me mordí el labio inferior con tanta fuerza

ble. Un sollozo silencioso y des

ando. Toda su atención estaba en Carina, murmurando palabras d

concedió una

detrás de mis ojos, y luego, afo

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