Él la eligió a ella sobre nosotros
hijo que pensé que completaría nuestra vida perfecta. Entonces,
tro planeado, él
o hijo no nacido a los secu
el concreto, y se alejó para salvar
me dejaba
ije a mi rescatador fue: "Estoy pensa
ítu
ista de El
en cambiarle el
l silencio entre Mateo Montoya y yo. Sonaban a locura. A delirio, incluso. Pero
a de hierro forjado del patio. Años de amistad me habían enseñado a leer cada matiz de su
tono profundo que siempre había s
teo. No preguntaba "por qué"
taba leerla. Sabía lo que diría. El titular probablemente ya estaba salpicado en todas las pantalla
una mujer de aspecto frágil. Su rostro bañado en lágrimas estaba hundido en su pecho, el saco de su traje hecho a la
que amaba
mensaje de Mateo, aunque est
que ver e
ue se sintió como c
co tarde
na cicatriz permanente sobre la herida
abultado, un símbolo de nuestra vida perfecta. Él era el multimillonario tecnológico hecho a sí mismo, el hombre que había luchado desde la nada. Yo era Elena
e. Entonces, el subastador anunció un último artículo especial. No un objeto, sino una causa. Una "puja h
s ojos abiertos con un terror que parecía casi teatral. Era un fantasma de un pasado del que sol
de antes del dinero, an
n desgracia, una mujer que lo había perdido todo y necesitaba una segunda o
capó de su garganta. Sus nudillos estaban blancos donde agarraba
a Alejandro en coma. Había desaparecido después, consumida por la culpa. Aleja
us ojos su
na,
-susurré, m
sus pasos resonando en el salón de baile repentinamente silencioso. No
crófono al ató
que nadie se atrevió a cuestionar-. Yo me haré cargo de ella. Lo qu
y lo envolvió alrededor de los hombros temblorosos de Adriana. Los flashes de las c
cabello, susurrando palabras que no pude oír pero que sentí como un golpe fís
rio, mis tacones hundiéndose lig
voz apenas un susurro
n destello del hombre con el qu
ce. Esto es... esto es so
enario, protegiéndola de las miradas indiscretas
No grité.
a puerta estaba ligeramente entreabierta. Me quedé en las sombras, m
nía sus manos,
aba tan preocupado. Cuando
ella, su voz ahogada por la
mis entrañas-. Tengo un penthouse en Polanco. Puedes quedarte ahí. Te
dando dinero. Le estaba dando la s
la se inclin
toria compartida que yo nunca podría penetrar. Y él no se apartó. Por una fracción
de mi hijo, se había ido. En su lugar había un extraño, besando
icos. Salí de la gala, pasando junto a las miradas cur
rillante, demasiado alegre para los escombros de mi vida. Miré la alerta
ión esta
de nuevo. Otro
á lista. Lo ha estado por
bí mi respuesta, una sola palabra que contenía el p
ka