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Su promesa incumplida, mi nuevo comienzo

Capítulo 2 

Palabras:1208    |    Actualizado en: 30/09/2025

sta de Espe

en el silencioso pasillo alfombrado fuera de la oficina de Alejandro, el frío latón de la perilla en agudo co

ará p

ando la veta de la madera pulida, viendo el reflejo de una chica que apenas reconocía: un fantasma, tal como había dicho Fernando.

en la lujosa alfombra. Bajé por el ascensor, atravesé el vestíbulo reluciente y est

an gala, la extravagante fiesta de veintiún años de Valeria, estaba en pleno apogeo al otro lado de la ciudad. Podía imaginarlo perfectamente: los

gante vestido de seda azul marino por el que había ahorrado du

de cansancio me invadió. Dejé que sonara hasta el final y luego vi aparecer el ícono de s

están esperando. Los del catering t

na que tuvimos hace cinco años. Un pequeño detalle calculado p

o t

favor. Llámame. Voy a

mueble era de segunda mano, cada libro en el estante había sido leído hasta que el lom

a vez, contesté, con esa extraña calma tod

frenético contra un fondo de música y risas-. ¿Dón

onando. La puerta del conductor se abrió y Javier Soto bajó, sus botas de trabajo gastadas golpeando el pav

esa especial, justo al lado de la mía. Tu lugar está puest

era una píldora a

ejandro -dije, mi voz

a conocido. Crecimos en la misma casa hogar, dos niños perdidos que encontraron un ancla el uno en el otro. Él fue quien me enseñó a cambiar una llanta, quien se

ra aguda por la confusión y la creciente irrita

a la superficie. No la hizo en una sala de juntas ni durante una cena elegante.

ación una lucha. Él había estado a horas de un fallo orgánico total, su i

temblando, las lágrimas trazando

partamentitos, no más vivir al margen. Te voy a llevar a casa. Un verdadero hogar. Haremos una fiesta, la fiesta más grande que

és de años de navidades solitarias, de verlo construir una familia pe

hora, la fachada de preocupación resquebrajándos

Javier se despegaba de su camioneta y comenzaba a cami

s engranajes girando en su cabeza, el pánico comenzando a in

palabras se sintieron más verdaderas que cualquier

sas que sabía que vendrían, terminé la llamada. Apagué mi celular y lo dejé sobre la b

contré a Javier allí, con el ceño

a para

mpacado. No hizo preguntas. Simplemente tomó la mal

-dijo mientras bajábamos las escal

estofado en una cocina cálida, hecho por una mujer que nos había acogido cuando éramos niños y nunca dejó de tr

mi h

nalmente abriéndose paso a través

-

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