La Furia de la Esposa, la Dinastía en Cenizas
ista de Iv
omo uno solo, una unidad perfecta de lealtad y violencia que yo había cultivado durante años. El cuerpo de He
El estratega tranquilo había desaparecido, reemplazado p
za en él había sido una montaña, sólida e inamovible durant
so hacia mí, con
os, por
si su toque f
anos encima -siseé-. No despué
marrones llenos de lágrimas. Parecía aterrorizada, un
s sabían a ácido-. Esto, nosotros, el
ia de parecer
o? Ivanna, s
funda oculta dentro de mi abrigo. El metal frío era un consuelo familiar en mi mano. No le apunté a él. Le apesenfundadas, un punto muerto a las puertas de nuestro santu
en medio, He
un muro de músculo y furia,
que pasar
e tie
el ga
a. No era mi intención. La bala se estrelló contra el marco de made
e me crispó los nervios. Se derrumbó contra H
entre nosotros en dos largas zancadas, su mano se cerró sobre mi muñeca, forzando mi brazo hacia ab
o. Sus ojos, los mismos ojos oscuros que solían mirarme co
en mi mente, la que se hizo por mí. Esta mano, la que ahora me causaba tanto dolor, era l
o lloraba por el dolor en mi brazo, sino por la agonía insoportable en mi pecho. Al
oportunidad
usando su propio impulso en su contra, y levanté mi rodilla con fuerza hacia
testa, pero mi mirada estaba fija en él. Se enderezó, respirand
dando un paso haci
uerer curar mis heridas. De la misma manera que limpiaba y vendaba
mí -gruñí, r
flotando en el ai
, estás
eca palpitante- no es nada. Esto se puede arreglar. Lo que hiciste
os fue reemplazada por una familiar y cansada resignación. Me conoc
con las manos en la cara en el porche. Luego volví
de mi alma. Le di la espalda, a la cabaña, a los veinte años que habíamos c
o, me abrió la puerta.
-preguntó,
, mi voz quebrándose
a allí de pie, viéndome marchar. No se había movido para detenerme. Me es
mado su