La mentira que mi prometido inventó
sta de Fern
ándose mientras luchaba por mantener el equilibrio en la superficie oscilante e inestable. Mis manos heridas, las que una vez da
se apoderó de mí, un mareo enfermizo que hizo temblar mis piernas y que se me cortara la respirac
vaban, sus rostros impasibles. Eran espectadores de un espectáculo
ndo como una niña. Se volvió hacia Darío. "Hag
rité, pero ya er
uando los labios de Darío se curvaron en una
arrojada de un lado a otro, mi agarre en las cuerdas resbalando. Apreté los ojos, rezando para que se detuviera. Estas era
eléfono de Darío sonando. "Tengo que tomar esta llamada", di
nte con Kenia. Ella se deslizó sobre el pue
s ojos brillando con una intensidad f
, sacó un cuchillo pequeño y de
jadeé, mi corazón latien
Con un movimiento rápido y deliberado, comenzó a cortar la cuerda que s
tratando de retroceder hacia el acantilad
ón perfecta del terror. "¡Darío, ayuda! ¡Fer está trat
Vio la cuerda cortada, el pánico fingido de Kenia y a mí
itó, lanzándo
!", sollozó Kenia, una actuación magistral de
seguros y fuertes, y la llevó de vuelta a la seguridad del borde del acantilado. L
ordenó. "Vuelvo
dramática y desgarradora, se distrajo al ins
"Te llevo al coche. Te llevaré a un hospital". Me miró, su pro
lo quedó el sonido del viento silbando a través del
a a v
fuerza de un golpe físico. Me
n protesta, mis manos sangrando y en carne viva. Fue un viaje lento y agonizante, pero finalmente sentí el suelo só
mis dedos torpes con la pantalla. Sonó una vez ante
descaro al llamarme! ¿Cómo pudis
ás hablando?", pr
¡Tuvo un episodio cardíaco por tu culpa! ¡Intentaste matar a tu
ea se
sola, a kilómetros de la civilización, abandonada y acusada de un crimen que no cometí. Una
elo en tonos de naranja y púrpura, un hermoso telón de fon