La mentira que mi prometido inventó
sta de Fern
é diablos
o de Kenia. Ni siquiera me miró, toda su atención estaba en mi
jos ardiendo, el mundo disolviéndose en un de
r la rabia. "¡Te vi! ¡Se lo quitaste de la mano! ¡Solo e
dolor era agudo, pero la injusticia era más aguda. Abrió la cajuela, un espacio
o", siseó, su voz un gruñido bajo. "Quizás un peq
cerrando la tapa de golpe, sumergiéndome en la oscuridad. Oí el clic
l juez justo. Vio lo que quería ver, lo que confirmaba su narrativa:
de Darío apareció, recortado contra el cielo brillante. No estaba allí pta de gas
quién es la verdadera
e esperanza dentro de mí. El coche se puso en marcha bruscamente, y lo oí arrullar a
cuerpo era arrojado contra los confines de superficie dura de la cajuela. La lata de gas p
ndo la mano para sentir una humedad cálida y pegajosa extendiéndose por mis jeans. La boquilla de la lata
eño espacio. Mi cuerpo era un lienzo de moretones y cortes. Para cuando el coche fin
esa, ni remordimiento al ver mis heridas. Si acaso, sus ojos contenían
o, sus dedos clavándose en un moretón fresco. Me empapó con una botella de agua helada de la
ota y hueca escapó de mis labios. Quería que me disculpara por ser atacada, por se
protesta. Encontré un botiquín de primeros auxilios en el baño y torpemente traté de limpiar
ciencia y satisfacción jugando en sus labios. Tenía un pequeño vendaj
ión. "Tengo una idea que te animará. Hay un viejo y destartalad
Le tenía pánico a las
na idea, Kenia", dije, m
hacia la puerta trasera. "¿A menos que tengas algo que ocultar? Darío me dijo que te vio hablando c
ra una mentira, una completa invención, per
lo había descrito: una construcción aterradora y oscilante de tablones d
a eso", dije, pl
so su brazo alrededor de Kenia, atrayéndola hacia él