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Peón en su retorcido juego de amor

Capítulo 3 

Palabras:1187    |    Actualizado en: 29/09/2025

Alici

sor Alarcón, mis nudillos apenas haciendo ruido. Un nud

ela

iatamente en la persona sentada en la silla frente

a Kau

e segundo, vi un destello de triunfo puro y sin adulterar en sus profundidades, un brillo engreído y depredador. L

saludó. Simplemente golpeó dos trabajos encuadernados sobre

ligrosamente baja-. Quizás una de ustedes quiera ex

is. Y otra, con el nombre de Kendra en la

o entre nosotras-, que la deshonestidad académica es el pecado más grande en esta

voz temblando artísticamente. Parecía al borde de las lágrima

. Mi trabajo. Mi investigación. Mis palabr

surro. Mi propia garganta se sentía apretada

e frotó las sienes, u

e pruebas. Borradore

Kendra rápidamente, sus o

l, la puerta de la ofi

o Garz

un objeto insignificante en la habitación. Sus frío

. La vi escribir cada borrador. -Hizo una pausa, luego su mirada finalmente, brevemente, se posó en mí, desprovista de toda ca

ra clara. Devast

nó por completo. El profesor Alarcón miró a Braulio, el prodigio de la escuela de negocios, el heredero de

Estoy más que decepcionado. ¡La tomé bajo mi ala! ¡Creí en us

uería chillar. Ya me quitaste mi beca. Me quitaste mi dignidad. Tomaste m

mancha en su historial, para asegurar que su camino fuera impecable. Y

a la del chico de oro y su princesa. Ya estaba condenada. El dolor era tan a

larcón, su voz más tranquila ahora, pero teñida d

mí. Me sermoneó durante lo que pareció una eternidad, sus palabras sobre integridad y honor pasá

na marca por conducta académica indebi

mo un zombi, mi alma

contra la pared del pasi

s pies clavad

desgarro seco y áspero en el s

, su expresión tan im

r de tu tesis que vio en mi laptop -dijo, como si

ágrimas, la culminación del trabajo de

eniendo esa lógica fría e irritante-. Y tú... bueno. Ya estás lidiando con este escánda

e ya no

finalmente destrozó lo último que quedaba de mi compostura. Un sonido se

en idea de lo que me han hecho? -Las lágrim

ligero ceño frunció su frente. Estaba acostumbrado a mi tranquila sumisión, a mi admirac

azo-. Es una cosa pequeña. Te llevaré

un atizador al rojo vivo, apar

-. ¿Crees que una cena puede arreglar esto

as, mis pulmones ardiendo. Tenía que alejarme de él, de e

o que estaba pensando. Estaba pensando que estaba exagerando. Estaba pensando que estaba siendo difícil. Después de todo, en

lloraría un poco y est

rizar el último átomo que quedaba de

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