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El día de su boda, la venganza perfecta de ella

Capítulo 2 

Palabras:1150    |    Actualizado en: 29/09/2025

volvió al

, una serie de movimientos calculados en

mañana, un Doberman blanco descansando su cabeza en su regazo. Acarició la elegan

Industrias Chen, uno de nuestros socios es

se detuvo sobre la

tra posición en Bio-Gen, aprovechando la inf

io, con la mirada fija en

arcos, su voz vacilante por p

una p

a el ala este del Hospital Ánge

intiendo la repentin

la e

gía Pediátrica E

financiado en me

llar del perro, un espasmo involuntari

agarre, su respiración s

jo, su voz peli

a acelerar la demolición -informó Marcos, con el rostro sombrí

palabra fue ape

ienestar de lujo de última generación.

abios de Gloria, algo ent

e que su silla voló hacia

ritorio, lleno de agua, tembló y lueg

o -dijo, su voz

eles fue un borrón. Cuando llegó,

alanceaba perezosamente hacia el edifici

ranza Franco" había sido arrancada de la pared

del polvo y el ca

nte y dirigía a los trabajadores

ramo de gl

ariñosa en el rostro mientras la observaba. Parecían una parej

Gloria fre

a abrió. Sacó la escopeta que guar

El sonido fue como un trueno en

nrisa vacilando al v

dijo con voz chillona, t

vantó la

ntó a

a los

sp

os circundantes. Los globos rosas

anzó detrás de una

mó Isaías, corrien

scopeta, el sonido agudo y amena

rramientas y corrió a cubrirse. El operador de

o cayó sob

voz de Gloria resonó, clara y autoritaria-, tienen cinco seg

esitaron que se lo dije

etrás de los escombros

ja amargada que no sopor

otegiéndola con su cuerpo. Fue un gesto protec

ruel piedad-. Tenemos que superar el pasado. Kiara es

hacia atrás y t

trabajo, con el control. Quizá si no lo

pearon con la fuerz

stá manchada por todo el... pecado que éramos nosotros. Este lugar... guard

un segundo, su visión se nubló y no

a su codo, su voz un murm

cabeza, apartán

la es

la placa de bronce. Se agachó, con movimientos rígid

-dijo, con

ar de regreso al coche, sus hombre

í en la dedicación del ala, se apresuró a acercarse. Puso en sus manos la pequeña caja de la primera p

con el brazo alrededor de ella, sonriendo para las cámaras. Le había prometido

tó Isaías de

ero no se d

parte de la historia del hospital. Podemos... i

asmo-. ¡Podríamos ponerla en e

dió. Simplemente

bre ella, tratando de

ceptaron al instante, sujet

irarlo, sus ojos tan muerto

-dijo, su voz plana y uniforme-. Pero

da respiro que tomes es un re

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