icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon

Los pecados de mi marido, la venganza de mi corazón

Capítulo 4 

Palabras:1101    |    Actualizado en: 29/09/2025

ista de El

ro enterrado entre las manos. Sus hombros temblaban con lo que parecían ser soll

. estaba tan preocupado. Karla salvó tu carrera. Sentí que le de

ón torturada, la autoflagelación. Todo estaba allí. Simple

n graznido seco-. Les dijiste a nuestr

tro pa

io. Ya sabes cómo son esos tipos. Solo est

pregunta colgando como una guil

eso? ¿Tan poca fe tienes en mi amor por ti? -Lo enmarcó como una acusación, una herida que yo le había inf

de amabilidad profesional que había recibido y lo retorció para justific

mis ojos y me metió s

todo. No hay n

aba lleno de recordatorios: "Comprar las flores favoritas de Elena", "Recoger las vitaminas prenatales de Elena", "Noche de

que ponía en el engaño era casi má

reo -

, envolviéndome con sus brazos como un niño ar

ue lo harías. Eres la única

escalofriante. Ya no se trataba de amor

e mi lado, atendiendo a todos mis caprichos. Luego, una tarde, dijo que tenía que sa

es de texto todas las noches después de que te duermes. Dice que estar contigo se sien

ron blancos. Todo era un juego. Un juego enfermo y retor

ije, mi voz baja y uniforme-. Se cansará de

ojos brillando de odio-. Eres una ama de casa acab

cuidadosamente construida. Me levanté,

di un paso adelante, hizo algo extraordinario. Se abofeteó a sí

plomándose en el suelo-. ¡No

entar matar a su bebé, de ser un monstruo celoso que no pod

izo. Se quedó en la puerta, su mirada parpadeando entre mi

decisión en sus ojos. Un destello de

no podemos seguir viéndonos. Es lo mejor. -Su mirada,

ortunidad, se puso

. -Se tambaleó dramáticamente y luego se lanzó hacia

. No me alcanzó a mí, su esposa herida y embarazada. La alcanzó a ella. Atrapó a Kar

ante. Su cuerpo, protegiendo el

leo, pero no encontraron ninguno. Caí hacia atrás, mi cabeza conectando con

que vi fue el rostro de Andrés, sus ojos abiertos de horror, mientras afe

todo se vo

xcepto por el pitido rítmico de un monitor cardíaco. Casi

uelta atrás a las cómodas mentiras. Él no era el hombre con el

dentemente firmes. Marqué el número qu

-dije cuan

¿Está to

o-. Esa oferta que me hiciste en la universidad... la de que si alg

atónito al otro

rta sigu

Obtenga su bonus en la App

Abrir