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Los pecados de mi marido, la venganza de mi corazón

Capítulo 2 

Palabras:1222    |    Actualizado en: 29/09/2025

ista de El

sco de la mañana apenas lograba enfriar el fuego en mis venas. Los papel

yo tuvimos nuestra primera cita. Era nuestro lugar. La dueña,

me-. Andrés estuvo aquí ayer mismo, comprando todas mis tartas d

construido una hermosa jaula y la había forrado de seda y oro

eguntó María, con el ceño f

esponder, una sombra c

o es suyo, se

árdenas. Sostenía una silla, la que tenía la placa de latón que decía: "Rese

tud-. Andrés ha sido tan generoso. Incluso pagó mi nuevo apartamento. Dijo qu

ra en mi estómago. Andrés me había dicho que le había

grueso sobre mani

deberías

de ella y Andrés. En nuestra cama. En su oficina. En la parte trasera de su coche. Eran gráficas, íntimas y

amente y las deslicé de nuevo en el sobre. No sentí nada. La parte de mí que podía sentir ese t

Dice que tú eres... fría. Como una hermosa estatua. Fácil de admirar, pero imposible de amar. -Sonrió con suficiencia-. Pero no te preocup

tranquila-. El apellido, el ho

ostura estaba arruinando su victoria. Agarró su café helado, con

instante. La rabia desapareció, reemplazada por una mirada de puro terror teatr

-chilló, las lágrimas

mpló la escena -yo, tranquila y seca; Karla, sollozando

hacia ella. C

ndo sobre mis hombros, sus ojos buscándome cual

arla desde el suelo, agarrándose el estómago-.

zó una mirada

eligrosamente baja-. No te vuelva

y me guió fuera del café, dejando a Karla llorando en el suelo. Me llevó

en nuestra impecable sala de estar blanca-. Yo me encargar

. Quiero ir a mi estudio de arte. -Era una habi

o, bebé. Ve

por mí. Incluso se ofreció a darme un masaje en los pies más tarde

que llegaba hasta los huesos. Solo quería dormir. Escapa

de agua, su tacto

sto. Pareces

estaba demasiado cansada para que me importara. Me acosté en el

bdomen. Era un calambre vicioso y retorcido que me robaba e

agarrando mi vientre. Estaba cerrada con llave desde

carne viva. El dolor se intensificó, una agonía implacable y ardiente que trajo manchas negras a mi

o consciente fue una

sales. Estaba en una habitación blanca y estéril, con un goteo in

drés.

a irritación-. Puse un sedante en su agua, tal como querías.

oneo triunfante-. Necesitaba que le dieran una l

lo. Un sedante. Me había drogado. A su esposa embarazada. Todo para apacig

clavé mis uñas en la palma de mi mano, tallando profundas medias lunas en la

tró, su rostro una máscara de devoción preocu

ebé, estás despierta. Me

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