Los pecados de mi marido, la venganza de mi corazón
sta de Andr
abiertos. Estaban fijos en mí, pero estaban vacíos, desprovi
rándose-. Bebé, estás despie
nte su mejilla, limpiando una lágrima que
uave, algo para ayudarla a dormir, para calmarla después de la escena en el café. Karla había sido tan insistente, tan angustiada. H
cuerpo temblando con sollozos fabricados-. Tuve una emergencia de última hora en el trabajo. Tuve que irme. Cerré la puerta del estudio sin pens
derla. Ni ahora. Ni nunca. Ella era la esposa perfecta, la madre perfe
nte firme. El silencio se alargó, denso de acusaciones no
esía favorita y le conté historias de nuestros momentos más felices. Fui el marido perfecto
cina de Londres. Una crisis que
o su frente-. Solo por unas horas.
asintió, con lo
ontrarme con Karla. Me estaba esperando en
ndrés -susurró, con
nfante me recorrió. Yo, Andrés Navarro, era lo suficientemente poderoso, lo suficient
i mano instintivamente y
ó incluso a mí-. Nuestro bebé. -Lo tendría todo. La esposa perfecta y la
mbra en el pasillo. No vi a Elena de pie allí, su rostro una
ista de El
cuando le dije que estaba embarazada. El mismo asombro tierno, el mismo orgullo posesivo. No era único. No
cho añicos irreparables, de alguna maner
ó. Un mensaje de
y moderna de vidrio y acero. Mi diseño. Una galería de arte privada en
gar para exhibir mi arte. Y pronto, un lugar para q
or mí. Tomé un taxi, mi voz mon
llí. Estaban reunidos alrededor de Karla, riendo, felicitándola, tocando su vientre. Todos lo sabían. T
, dándole una palmada en la espalda-. Debe ser un niño. ¡Ten
tud rugi
un brazo protector alrede
r a mi esposa feliz durante el día, pero mis noches...
os sonidos que ella hacía. Detalles íntimos de su aventura, se
itud. Era una pieza personalizada que había traído de Italia. Conocía sus de
abrestante de mantenimiento escondido detrás de una c
chasquido nauseabundo. El enorme accesoriodirectament
miradas se encontraron a través de la habitación abarrotada. El pánico brilló e
El
hilló. Un sonido agudo
drés vaciló. Se
igió
onsumió. Lo último que vi antes de que la oscuridad me envolviera fue a Andrés, pr
gido ahogado. Estaba en una camilla. Andrés sostenía
édicos, con voz frenética-. ¡Revísen
arme en la camill
frente a la camilla. Su rost
mente herida -dijo un paramédico, tr
mi cuerpo golpeando el frío suelo de mármol con un impacto discordante.
inconsciente Karla en sus brazos-. Encárguen
rpo roto yaciendo en un charco de mi pr
dos. El hombre que había amado, el hombre con el que me había casado, el padre de mi hijo, acababa de d
s que amaba se había ido de verda