El Precio del Amor Silencioso
ba para salvarlo. Hoy, él regresó a mi vi
era pasar ese tiempo con mi hija, Kenia. Pero la hermana de mi difunto esp
ogado de la contrapar
indiferencia, mientras su clienta me abofeteaba. Me ame
-. O te veré en la corte, y te lo
iendo. Solo sabía que me odiaba, y que ahora tenía una nueva
para que pudiera tener un futuro. Pero mi sacrificio lo había convertido en
y la envié lejos. Mientras él celebraba el nacimiento de su nuevo
na carta que reduciría su
ítu
Elisa
he amado para salvarlo. Hoy, él regresó a mi
a mesa de caoba pulida, Guadalupe Roldán, la hermana de mi difunto esposo por conveniencia, se s
instalaba en mis huesos. Leucemia, habían dicho los doctores. Una bomba de tiempo que no podía permitirme ver explotar. So
a publicidad de un juicio, esperando que un acuerdo si
a se abrió y mi m
io Fl
era un extraño, esculpido en hielo y ambición. Su traje era impecable, su mandíbula dura como una piedra, y sus ojos -esos mismos ojos profundos en los que una vez m
, chillona y áspera
Mírala, Braulio. Ni una l
mirada fija en la
oz-. Mi hermano fue un buen hombre, un santo, al aceptar a una mu
unos cincuenta años con a
ntengamos la compo
oró, con los ojo
rimiento emocional de mi hermano. ¡M
adalupe -dije, mi vo
gritó, abalanzánd
izo girar la cabeza. El ardor fue agudo, pero no fue nada compa
tras veía a su clienta agredirme. El Braulio que yo conocía se habría lanzado
mente absorbí el golpe, con
vista de emoción. Era la voz de un abogado controlando un tribunal,
surcado por la lluvia y las lágrimas, rogándome que no lo de
colocó un expediente so
ma e
nosotros. Pensé en la vez que garabateó "Amaré a Elisa Montes para siempre" en una serville
os. Su rostro, roto y confundido mientras yo escupía las palabras más crueles que pude inventar. *"Fuiste mi ob
a protegerlo de los usureros y criminales que la ruina de mi padre había desatado. Pero en esta
ento pero todavía vibrando de rabia-. Nos debes. Si no puedes pa
lpe, un rugido protecto
arás a
aba violentamente. La quimioterapia me hab
un arreglo de negocios. Él necesitaba una cuidadora y yo necesitab
lló Guadalupe-.
enó Braulio, y
u mirada gla
nca pensé que vería el día en que estar
ración. Sabía exacta
está dispuesta a aceptar cinco millones de pesos. Un precio pequeño para quedar
n su rostro esa última noche, en cómo se desplomaron sus hombros, la imagen de su silueta rota g
la confesión costándome el poco orgullo
omo hielo quebrándose-. Esto es un asunto legal, no una histo
te, golpeando con un de
corte, y te lo quitaré t
un camino por mi mejilla. La limpié con
era precioso, y no lo iba a pasar luchando una batalla perdida contra el hombre q
desvanecía de mis o
voz un susurro bajo y escalofriant
arga se dibujó
un cadáver an
antalla de él y una mujer hermosa y de aspecto delicado, con la cabeza apoyada en su hombro. Adriana de la Vega. Su familia había orque
nía una familia.
a y secreta esperanza a la que me había aferrado durante seis a
laban tanto que el bolso se resbaló, y su contenido se derramó por el suelo. Labiales, monedas y una docena
e mi rostro al suelo, y luego de vuelta a mí. Un destello de
a mí, su voz pel
s de que pudiera responder, sus ojos se