El Precio del Amor Silencioso
Elisa
n instintivo para él como una daga en mi corazón. Me miró, sus ojos llenos de una
zancadas, plantándose entre nosotros, su cuerpo un muro sólido e inamovible. No había dicho una palabra, solo miró al tipo hasta que se
familia. Eran criminales. Y ella... ella fue igual de cruel. Fingió patrocinar tu
bricado aterrizó co
stéricamente-. No debería estar cerca de ti. Y dejó que su
ra de puro desprecio. Miró del rostro surcado de lágrimas de Adrian
lisa -dijo, su voz ba
a. La multitud, con su veredicto emitido por el héroe del momento, comenz
o un cavernoso eco silencioso a mi alrededor. Un frío helado se fil
, su pequeño cuerpo sacudido po
abello-. No es tu culpa. Mami sabe que n
ojos oscuros -sus ojo
¿ese er
tuve que aplastar. Mi corazón se fracturó. No podía hablar, solo podía abra
su voz pequeña y resignada-
de hospital, fui a ver a mi doctor. Las noticias eran sombrías. La leucemia
, su rostro amable pero sus palabras contundentes
ma de los ahorros de mi vida, reunidos a lo largo de años de trabajos esporádicos
a mano y la demanda de Guadalupe en la otra. Mi vida, o la li
o se detuvo a mi lado. La ventanilla bajó
o una petición
ar. El auto olía a cuero caro y al empalagoso perfume floral de Adriana. Una pequeña foto de ellos enmarcada en plata estaba e
ho de la universidad, y él, encontrándola y arrojándola a la guantera con una r
Braulio, con los ojos en la carretera-. El susto
olvió el
r qué? ¿Porque mi
uya -declaró, su voz plana y fría-. Por los crímen
. Mi madre, que murió de un corazón roto. Se habían ido. Y él quería que
o por gente como la familia de ella. Y mientras Adriana estaba siendo "sensible" en su mansión, yo estaba embarazada, sola, cargando cajas en
era lo suficientemente
se-. Por lo que te hice, lo lamentaré por el resto d
ado de la carretera desierta. Se giró en s
ieres hablar de lo que se te debe? No tienes nada. Si
se había ido; este era el hombre herido, arr
, su voz bajando a u
adre. Así que dime, Elisa. ¿Quién es el padre de Kenia? ¿O fue
vastador. Una ola de mareo me invadió, y el sabor metálico de la sangre lle
s corrían p
No tienes derecho a preguntar por ella. No tienes derecho