Atado a él: El oscuro regreso de un espíritu
iendo que dejara de ser tan dramática. Un hombre al que él había ll
ti -dijo, su voz gélida, llena de fastid
. Mi secuestrador, al darse cuenta de que nadie pagaría un resca
so, mi espíritu quedó atado a Arturo, una cadena cruel
la víctima irreconocible era yo. Vio mi último mensaje de texto -el que le decía que estaba embaraz
erencia fue mi sentencia de muerte, forzada a verlo
su nueva prometida, Génesis, presumiendo con sus amigas. Y finalmente
ítu
ista de El
ciendo que habíamos terminado, justo antes de que el mun
me llenó la nariz. Me torcieron los brazos a la espalda, el cincho
quijada -me susurró u
nto se paró bajo la luz tenue. Su cara estaba demacrada, sus ojos eran dos pozos huecos de desesperación. Lo reconocí de los a
ta-. Y sabes quién me hizo esto. Arturo M
mis costillas, un pájaro fre
a otro frente a mí, con mov
Mi casa. Mi familia. Es just
cara incómodament
as a
a palabra apena
o. Sacó un celular de su bolsill
te tengo. Le dirás que quiero los cien millones
avaron en mi mejilla. El teléfono sonó una, dos, tres veces ant
, Elia? Es
a que ya conocía muy bien. Tragué saliv
voz temblorosa-. Escúc
r la tarjeta de crédito otra vez? Génesis tiene un problema gravísimo con los planos de c
co me a
o. Arturo, me
o de la línea. Por un instante que me p
a, por el amor de Dios. Esto ya es caer muy bajo, in
i vista-. Se llama Fausto Durán. Quiere dinero. P
jos ardían con una extraña mezcla de
Fausto al teléfono-. Tu novieci
o regresó, más
acaba de decirme que un ingeniero estructural falsificó sus credenciales y podríamos tener q
te que cualquier puñetazo. Una cri
uelga ahora mismo y deja esta tontería. Si me haces quedar como un idiota involuc
r el altavoz, una voz que conocía tan bien como la mía. Era Gén
odo bien? Tenemos qu
oz suavizándose al instante pa
mada s
o miraba el teléfono desconectado en su mano, u
sino con algo que p
sí mismo que para mí-. De verdad
verdad me aplas
la esquina. Uno de sus cómplices la abrió, revelando una marañ
o. Era pesado, frío contra mi pi
nte-. Hacerlo pagar. Pero ya pagó, ¿no? Al convertirse en el tipo de hom
cia la puerta sin volver a mi
olpe, el cerrojo deslizándose en su lug
ba s
l temporizador atado a mi
o otra. Pronto, sollozos silenciosos sacudían mi cuerpo, mis hombros temblaban
. Lloraba por la clarid
nca m
presentación de mil pequeños cortes. La forma en que siempre llamaba a Génesis su "socia" con una reverencia que nunca us
primera vez su cercan
e me sentí avergonzada por haber dudado de él. Le creí. Quería creerle. Lo amab
icina, cada cita cancelada, cada día festivo interrumpido. Sie
una hora. Lo prometió. Estaba vestido, listo para salir, cuando sonó su teléfono. Era
su expresión de d
ir, Elia.
a una grúa! ¡Es el cumpleaños d
o, su voz escalofrianteme
labras lo explicara
que su vínculo era puramente profesional. Me había mentido a mí misma, u
ue llenar. Un cuerpo conveniente y cálido al que volver a casa
amó. Nunc
o en mi bolsillo. De alguna manera, no se lo habían
el nombre de Arturo. Mil cosas vengativas
qué cas
í un nuevo mensaje y escribí
on con una extraña
. Pero estaba embara
a en
o mensaje, una liberac
mos a encontrar. Ni en est
ntras el temporiza