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Atado a él: El oscuro regreso de un espíritu

Atado a él: El oscuro regreso de un espíritu

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:1659    |    Actualizado en: 28/09/2025

iendo que dejara de ser tan dramática. Un hombre al que él había ll

ti -dijo, su voz gélida, llena de fastid

. Mi secuestrador, al darse cuenta de que nadie pagaría un resca

so, mi espíritu quedó atado a Arturo, una cadena cruel

la víctima irreconocible era yo. Vio mi último mensaje de texto -el que le decía que estaba embaraz

erencia fue mi sentencia de muerte, forzada a verlo

su nueva prometida, Génesis, presumiendo con sus amigas. Y finalmente

ítu

ista de El

ciendo que habíamos terminado, justo antes de que el mun

me llenó la nariz. Me torcieron los brazos a la espalda, el cincho

quijada -me susurró u

nto se paró bajo la luz tenue. Su cara estaba demacrada, sus ojos eran dos pozos huecos de desesperación. Lo reconocí de los a

ta-. Y sabes quién me hizo esto. Arturo M

mis costillas, un pájaro fre

a otro frente a mí, con mov

Mi casa. Mi familia. Es just

cara incómodament

as a

a palabra apena

o. Sacó un celular de su bolsill

te tengo. Le dirás que quiero los cien millones

avaron en mi mejilla. El teléfono sonó una, dos, tres veces ant

, Elia? Es

a que ya conocía muy bien. Tragué saliv

voz temblorosa-. Escúc

r la tarjeta de crédito otra vez? Génesis tiene un problema gravísimo con los planos de c

co me a

o. Arturo, me

o de la línea. Por un instante que me p

a, por el amor de Dios. Esto ya es caer muy bajo, in

i vista-. Se llama Fausto Durán. Quiere dinero. P

jos ardían con una extraña mezcla de

Fausto al teléfono-. Tu novieci

o regresó, más

acaba de decirme que un ingeniero estructural falsificó sus credenciales y podríamos tener q

te que cualquier puñetazo. Una cri

uelga ahora mismo y deja esta tontería. Si me haces quedar como un idiota involuc

r el altavoz, una voz que conocía tan bien como la mía. Era Gén

odo bien? Tenemos qu

oz suavizándose al instante pa

mada s

o miraba el teléfono desconectado en su mano, u

sino con algo que p

sí mismo que para mí-. De verdad

verdad me aplas

la esquina. Uno de sus cómplices la abrió, revelando una marañ

o. Era pesado, frío contra mi pi

nte-. Hacerlo pagar. Pero ya pagó, ¿no? Al convertirse en el tipo de hom

cia la puerta sin volver a mi

olpe, el cerrojo deslizándose en su lug

ba s

l temporizador atado a mi

o otra. Pronto, sollozos silenciosos sacudían mi cuerpo, mis hombros temblaban

. Lloraba por la clarid

nca m

presentación de mil pequeños cortes. La forma en que siempre llamaba a Génesis su "socia" con una reverencia que nunca us

primera vez su cercan

e me sentí avergonzada por haber dudado de él. Le creí. Quería creerle. Lo amab

icina, cada cita cancelada, cada día festivo interrumpido. Sie

una hora. Lo prometió. Estaba vestido, listo para salir, cuando sonó su teléfono. Era

su expresión de d

ir, Elia.

a una grúa! ¡Es el cumpleaños d

o, su voz escalofrianteme

labras lo explicara

que su vínculo era puramente profesional. Me había mentido a mí misma, u

ue llenar. Un cuerpo conveniente y cálido al que volver a casa

amó. Nunc

o en mi bolsillo. De alguna manera, no se lo habían

el nombre de Arturo. Mil cosas vengativas

qué cas

í un nuevo mensaje y escribí

on con una extraña

. Pero estaba embara

a en

o mensaje, una liberac

mos a encontrar. Ni en est

ntras el temporiza

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