Juntos resurgimos de las cenizas
carretera desierta. Yo, con ocho meses de embarazo y una lla
esquivarnos. Venía d
n dolor monstruoso me desgarraba el vientre, llamé a
te... el bebé... al
uché a su hermanastra, Florencia, que
oz de Kael, frí
eguro solo le pegaste a la ba
de mí, por encima de su cuñada, por
ta de fama mundial, jamás volvería a tocar. Y nuestro hijo, el b
éramos un daño colateral
e descubrir que é
ítu
ista de Gl
a tercera, mientras los faros se convertían en dos soles cegadores que n
nio era un
de toda mujer que soñaba con un final de cuento de hadas. Nos habíamos casado con los gemelos Mendoza, Kael y Carlos, herederos de un imperio c
descarapelado para revelar
ba el mío. Sus manos, esas manos prodigiosas, aseguradas por millones, que podía
ó por la garganta, sin relación alguna con los ocho meses de embarazo que volvían torpes mis movimientos. El be
l. Por favor,
sí. Al principio, su mente era un libro abierto para mí, lleno de palabras de consuelo y un amor feroz y posesivo que confundí con devoción. Pero últimamente, so
a tratando de esquivarnos.
tó la res
vez -le urgí a Ximena,
a cabeza, sus n
lo mismo que Kael.
vio. La voz de Kael de su última llamada, breve e irritada, resonaba en mis oídos. "Por el amor de Dios, Gloria, ¿no puedes
a crisis. Y mi esposo, y el esposo de mi hermana, trataban sus dramas triviales como asuntos de seg
había tiempo para salir, no había tiempo para hacer nada más que prepararse para lo inevitable. Ximena gritó mi nombrró, y luego todo fue una sinfonía de destrucción: el estallido de los vidrios, el gemido del acero retorciéndose, y mi propio jadeo entre
jo y profundo. Era un calambre de una inte
mano volando hacia mi estómago. Estaba
e quieta. Una mancha oscura se extendía por su manga, y sus hermosas y ta
se alejó a toda velocidad en la o
olas. Sangr
vínculo mental con mi esposo era m
La pantalla estaba rota, pero aún brillaba. Marqué el número de Kael
vez. Do
. No preocupa
lorencia. ¿Qué es tan importante
rró de mi garganta,
imena está herida, creo que está inconscie
e ingenua de mí esperaba escuchar pánico, oírlo gritar órdenes,
Florencia al fondo, un llor
nto la cabeza. Cre
l instante, un murmullo gent
o el hielo-. Mira, deja de ser tan dramática. Seguro solo le pegaste a la
se sintió como otro golpe-. ¡Kael, el carro está destro
a es frágil. A diferencia de ti. Resuélvelo. Y no vuelvas
ea se
a co
de mí. Por encima de su cuñada. Po
. Esto no era solo negligencia. Era un abandono deliberado.
a, tan quieta y silenciosa, y luego a mi vientre rígido donde el aleteo frenétic
niño que había amado con cada fibra de mi ser, se
ena, hacer algo, cualquier cosa, pero mi cuerpo se sentía como si estuviera llen
de mi hermana y de mi vida, hice un juramento. Si so
hijo que estaba perdiendo. Mi pequeño. Un grito silencioso por él res