De Esposa Abandonada a Poderosa Heredera
ista de So
mbrío de Alejandro y yo. Miraba las luces brillantes de la Ciudad de México, pero no veía nada. Mi mente era una tormenta caótica de traición e incredulida
horizonte de la ciudad como un dramático telón de fondo para su angustia. Se había quitado el
entré, sus ojos b
of
les que iban del piso al techo y miré hacia el
ra cerrar tratos multimillonarios y encantar a inversionistas escépticos-. Ti
-. No te atrevas a hablarme de l
! ¡Es todo por lo
to? Yo fui la que te sostuvo cuando estabas a punto de renunciar. Yo fui la que creyó en ti cuando tu propia fami
-. Bárbara es... es frágil. No tiene a nadie.
y esperando a tu hijo? ¿O es que nuestro bebé no im
aire, pesadas y venenosas. Se estremeció
ante mí, tomando mis manos entre las suyas. Su tacto se sentía extraño, incorrecto. No me apa
e que amaba arrodillado a mis pies, y no
a bolsa se concrete, todo volverá a la normalidad. Revelaremos la verdad, te lo prometo. Le diré al mundo que tú eres la
secreto, solo para "adoptarlo" más tarde, todo para proteger su imagen pública y el precio de las acciones de su empresa.
rtando mis manos de su ag
está de acuerdo. Tus padres también. Todos coinciden en que es
visto como un accesorio para el éxito de su hijo. Y mis padres adoptivos, los Navarro, que me habían acogido de niña pero nunca me habían amado de verdad, eran unos
lando-. ¿Discutiste el destino de mi
manejar la c
o! -mi voz se quebró en la última palabra. Rodeé mi vientre con mis brazos, un insti
ión desbordándose-. ¡Estoy protegiendo su fut
o por mi rostro-. ¡Necesita un padre que lo reconozca! ¡Un padre q
u compostura finalmente rompiéndos
eres de m
intentaba distanciarse, convertir un confli
-dije, las palabra
uedó flácido p
rcio ahora mismo está fuera de
sastre, Alejandro. T
me los brazos. Su agarre
salir de este departamento. Vamos a sup
a en mi propia casa. Su casa. Él tenía el diner
trusivo que nos hizo saltar a ambos.
de fin de semana a sus pies. Detrás de ella estaban la madre de Alejandro, Leonor, con el rostro como una m
a llegado. Y se
sin decirle una palabra, su
ecesitamo
s manos. Era una transacción de negocios,