Desenmascarada: recuperó todo lo que le pertenecía
ana tomó el teléfono
se levantaba del sofá en plena noche. Se movía
aba los ojos. Su voz, pes
todo
stre. De un tirón le quitó la camisa del pijama, se aferró a su cintura como si fuera un peluche, apoy
aldita sea! Ayer, en el banquete de bodas, había cedido y tomado
pa no haría daño?', se lamentó. ¡Y ahora esto! '¿Debería explicarle que 'Cariño' es el nombre de mi gato de la infancia?', se preg
irada fulminante. Deci
onámbula. ¿Pero tú no podías
rillo travieso en la mirada mi
rminado. Mira
Aun así, con un pavor creciente
n pulpo enamorado! Sus extremidades lo envolvían por comp
s que te estás p
inal: le soltó una palm
te daré una nalga
óvil, con las mejillas en llamas. Lo único que dese
a carcajada mientras s
nzando amenazas así... ¿Cómo
arrancó las sábanas de un tirón y salió disparada
bajo las sábanas y fingir dormir, se había preparado para la inevitable regañina. Y ella se había despertad
n portazo, echó el cerrojo y se tiró del pelo con frustración. Maldijo en
golpes sacudieron la puerta. La voz de Cole
mayores nos esperan. Más te
tantes tenía lugar la mañana después de la boda, cuando se esperaba que los recién casados presentaran sus respe
de un tirón, decidida a ignorar el humor que bailaba en los
me po
, dijo él, entreg
so manos a la obra. Ducha. Cambio de ropa. Y un
ole se había insinuado. `'Quizás mi maquillaje no fue lo bastante espantos
treabrió la puerta. Vio a Cole es
está mi
perder la compostura. Un tic apenas reprimido le cri
l, Elliana se encasquetó la peluca desor
Cole le tembl
uelo. A ver si le bajas dos rayitas
car, Cole la tomó de la mano y la
ble y solemne. Cada detalle, perfectamente
cha, Jarrett Evans -el padre de Cole- estaba sentado con rigidez. El re
stante en que Cole y Elliana entraron -con las manos unida
ocar a una mujer que consideraban inferior. Los susurros apuntaban a violencia, no a intimidad. Esperaban ver a Elliana entrar cojeando, ma
dad se habían acostado? La tensión se hizo más densa. Nadie se esperaba algo así: el orgullo de l
avanzó sin dudar, guiando suavemente a Elliana de
uatro ramas distintas: tres hijos y una hija,
uo líder, había cedido el mando
luego Emmanuel Evans y, final
saludo; Jarrett, el segundo. Ninguno de los dos parecía encantado de ser atendido por Elliana, p
des, toda la familia pas
sentía sus miradas afiladas: algunas de curiosidad, otras de juicio o de un ridículo mal disimulado. Ni un
Irene Evans, levantó la barbilla con un gest
a ciudad está prácticamente contando