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El beso de despedida de cinco millones de dólares

Capítulo 3 

Palabras:1076    |    Actualizado en: 19/08/2025

amente se secó las lágrimas y ofrec

siento mucho, Braulio estab

ra sostenerse. -Y gracias. Por la sa

y suave. Pero al hacerlo, su pulgar presionó, con fuerza, dire

o de Eliana, e instintiva

hacia atrás como si Eliana

al instante. -¡Jes

de puro hielo. -¿Qué te pasa?

redulidad. El mundo se inclinó sobre su ej

cansada de explicar, cansada de ser la

alabras sabiendo a ceni

ien. Sé que tú también has pasado por mucho. De hecho, esperaba que pudieras venir con nosotro

brillando con adoración

encantaba que ella entendiera su mundo, su trabajo. Nunca había mirado a El

Braulio -añadió Jessica, su tono empalagosamen

Este es nuestro mundo. T

ía firmado los papeles. Pronto se iría. Una

io y Jessica se sentaron en la mesa del demandante, un equipo perfecto. Se susurr

en la galería detrás de ellos. -Eliana, ¿podrías

petición. E

Y Eliana no sabría a dónde ir. -Lo dijo con la di

na sonrisa de suficiencia y

pasado que no encajaba en su nuevo y brillante futuro. Él se avergonzaba de ella. Avergo

sería solo un recuerd

. Pero entonces el abogado de la parte contraria presentó una prueba sorpresa, u

buscando a tientas en sus notas. El rostro de

za. Esta patente lo era todo para é

r años de autoestudio y un don natural para la ingeniería, lo vio al in

n urgencia-. La marca de tiempo en el código fuente de su prototipo es

había escuchado, se congel

n y la furia. ¿Cómo se atrevía esta cocinera a entender algo que

s propios ojos abriéndose de par en par

n breve receso para examin

a mano de Jessica y la sacó de la sala d

n de vacío en el estómago. Escuchó

ecía Jessica, su voz tensa por la frust

lla es... astuta. Aprende rápido. Tú eres la verdadera, Jessica.

como un golpe físico. So

que no podía rompers

sica, un gesto de consuelo e intimidad. De

primer dispositivo que él diseñó, una cosa pequeña e intrincada que había construido en su pequeño departamento. Ella le había comprado las piezas c

Mientras observaba, un conserje golpeó la mesa. El mo

áfora perfe

culo. Se miró en el reflejo del cromo pulido del dispensador de papel h

ica Cantú estaba allí, con los brazos cruz

ntenerte al m

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