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El beso de despedida de cinco millones de dólares

Capítulo 2 

Palabras:1154    |    Actualizado en: 19/08/2025

de hospital. Estaba vacía. El silencio era pesado, roto s

moverse. Miró hacia abajo y vio el grueso yeso bla

ón profesionalmente alegre. -¡O

atropellado un cam

ral, pero se recuperará -dijo la enfermera, revisando sus

i a

justo en la habitación de al lado, con su novia. Pobre c

palabra fue

dad -continuó la enfermera, ajena a la agitación de Eliana-. Es tan tierno cómo

sonrisa tensa.

vuelto y ojeras oscuras bajo los ojos. Se detuvo cuando vio que est

r -dijo, con la voz áspera-.

. -Estabas buscando vuelos a Boston

. -¿Qué, pensaste que te iba a acosar? N

él también la veía como algo inferior, algo que podía dejarse atrás fácilmente.

dijo, sentándose en

ndo la cara-. Estabas preocup

icar-. No está acostumbrada a las

rque ella podía soportar el dolor, se esperaba que lo hiciera. La injusticia d

mente

ron... todo carecía de sentido ahora. En su mundo, la fuerza de una mujer no

de repente baja y urgente-. Y perdió algo de sangre. El

erle la espalda. Sabía a dónde iba

idecer, porque él s

oz quebrada-. Necesita una transfusió

apuros, sino por él. Un favor.

bía dejado rota y sangrando en una caja de metal, y ahora le pedía que le diera su sangre

o. Eliana podía oír los latidos

a sonrisa amplia, br

o se sentía como ácido en su

o por su fácil acuerdo, pe

habitación. -¡Señor Garza! ¡La presión de la señorit

iana, por favor -dijo de nuevo, con

tino envió una ola de agonía a través de su pierna, pero él no pareció notarlo. Co

cómo su propia sangre roja oscura fluía por el tubo t

ara un examen físico. Le tenía miedo a las agujas. Braulio había estado allí, sosteniendo su ma

os en la bolsa de sangre, su expresión ansiosa e imp

urva de su brazo. Braulio se apresuró, tomando la bolsa de sangre d

vena de Eliana, y su brazo ya era un

Tomó el algodón de la enfermera y lo p

en la herida, un fantasma de

tardía, fue la grieta final en su compostura. Una lágrima ca

, mirándola, con

exigirle cómo podía ser tan cru

-¡Señor Garza! La señorita Cantú está despierta, pero está agitad

l algodón cayó al suelo. Se fue en un

en el azulejo estéril, un símbol

e, su corazón un peso f

ndo las protestas del médico. Apoyándose pesadamente en sus m

l había comprado para ellos, la casa qu

us brazos, susurrándole palabras de consue

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