Bajo la lluvia de Paris
el mismo vacío que había sentido antes. Thomas, sentado frente a ella, no la dejaba pensar en nada más. Habían hablado por horas sobre París, sobre la lluvia, sobre co
eteo de la lluvia. La luz cálida de las lámparas iluminaba las mesas de madera, y el suave aroma del café llenaba
tándose un poco en su silla. Sus ojos brillaban con una curiosidad
simple, pero a la vez tan difícil de responder. La razón por la que había hu
palabras pudieran arrastrarla hacia algo que no quería enfrentar. - Mi vida est
que ella pudiera decir más. Clara sintió una mezcla de gratitud y nerviosismo. Nadie en Nueva Y
emía que la respuesta fuera más co
ramente, pero su mirada se oscure
andes que te hacen sentir pequeño. Supongo que... vine de vuelta porque pensaba que necesitaba algo que me diera
su tono que resonaba en ella, como si su dolor fuer
tonces? -preguntó
a de café, como si las palabras no fueran suficientes para
go que me haga sentir menos perdido. - S
tiempo, con tanta honestidad, tan lejos de las máscaras sociales que todos parecían usar. Esa autenticidad la desarmaba
Era un espacio lleno de algo no dicho, algo que flot
quietud del momento. - Sé que está lloviendo, pero a veces...
o, algo en la oferta le parecía natural, como si fuera la continuación lógica de esta conversación que no había planeado tener.
mejor que hacer -respondió C
n pensarlo mucho. La camarera les sonrió mientras salían, como si estuviera acostum
se oía, junto con el susurro de la lluvia. Clara sintió la frescura del aire y cómo, a medida que caminaban juntos, se iba despojando poco a poco del peso que habí
él de repente, rompiendo el silenc
rprendida. ¿Cómo
bajó la mirada hacia el suelo, un poco avergonzada.
silencio por unos seg
o, como si estuviera reflexionando en voz alta, añadió: - Tal vez lo q
ecía tan grande. Algo, en el fondo de su ser, se despertó. No era solo París lo que la estaba cambiando; era est
ndió Clara, sonr
dose llevar por el momento. No importaba que estuvieran empapados