Venganza: La Caída del Magnate
el público, éramos un cuento de hadas: el brillante y frío CEO que estaba completamente entregado a mí, una
a mujer. Me llamó su "carnada", su "escudo", el que usaba para absorb
ente, destruyera la reliquia de mi difunta madre y luego, com
en la lona, lo vi en el palco VIP, observando con un aburrimiento indiferente mientras Karina reía
no Ferrer. Con mi último aliento, le di los secretos que har
es desaparezca -susur
ítu
, un multimillonario que parecía existir en un plano diferente al de todos los demás. Su rostro era afilado, sus ojos distantes y nunca sonreía.
a tenía una única y absorbente obsesión. No era frío; era un horno de intensidad cuida
n diminuto departamento en la colonia Roma. Damián la había encontrado, la había sacado de la oscuridad y la había
yó un muro de seguridad tan grueso alrededor de Valeria que ningún reportero podía acercarse a menos de treinta metros de ella. Cuando una colum
a forma en que la seguía con la mirada en las fiestas, la forma en que elegía personalmente cada pieza de su guardarropa de diseñ
élite de la ciudad. Valeria, vestida con un vestido del color del cielo de medianoche, sintió una rara chi
collar "Estrella del Mar" cuando salga
, un simple zafiro en una delicada cadena. L
antáneamente en hielo. Se echó un poco hacia atrás, sus ojos escu
-dijo, su voz baja y cortante-.
la hija de uno de los principales socios comerciales de Damián, se
go afilado-. Aunque, escuché que le pediste a Damián la "Estrella del Mar". ¿No e
lación. Sintió la mano de Damián en su brazo, no como consuelo, sino como advertencia. No
de lujo y seguridad. Pero a veces, por cosas pequeñas y aparentemente insignificantes, ap
l. Necesitaba un momento de silencio. Al pasar por un balcón apartado, escuchó voces. La voz d
na era un siseo venenoso, completamente diferente a su persona pú
ana, desprovista de toda calidez-. Fu
Valeria se det
escudo como si fuera lo real -continuó Karina, su voz elevándose con celos-.
aleria como un golpe físic
volviéndose sádico-. Necesita un recordatorio más fuerte. De que solo es una sustit
l escrutinio. Todo el peligro del que pensaba que Damián la estaba
ezando a creer que es la reina
estrozaron todo el mundo de Valer
ndo de ella. Haz lo que quier
olando a su boca para ahogar un sollozo. No podía respirar. Su mente giraba, re
El incidente de intoxicación alimentaria que la tuvo hospitalizada durante una semana. El acosador que había irrumpido en su estud
con lo que ella pensaba que era preocupación. La revisaba en busca de heridas, su tacto frenético. Mu
omprobando si su escudo seguía funcionando. La revelación fue un veneno que se filtró en cada b
resente-. Si vuelve a ser demasiado desobediente... tal vez una lección más permanente s
encio de Damián y supo lo que significaba. E
lfombra de felpa. No sabía a dónde iba, solo que tenía que escapar. El hermoso vestido se sen
temblaban mientras arrojaba una maleta sobre la cama, abriendo cajone
que nunca había visto antes estaba allí, con una sonrisa cruel en su rostro. Era grande
-se burló, entrando en la habitaci
que sus piernas chocaron con la cama. El hombre
usurró Valeria,
na lección -dijo él, su sonrisa ensanchá
garraba, su mano tapándole la boca. Su otra
tratando de zafarse-. ¡P
uen. -Se inclinó, su aliento caliente y fétido-. Él piensa que eres sucia. Ni siquiera soporta tocarte, ¿sabía
sicamente, afirmando que la respetaba demasiado como para apresurar las cosas. Era otra mentir
rimitiva la atravesó. No era
mano se disparó y agarró la pesada lámpara de cristal de la mesita de noche. C
ndose hacia atrás, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Ella no dudó. Ba
la mano. Sollozos desgarradores brotaron de su garganta, crudos y rotos.
todavía temblaban, pero lo recogió. Había un número en sus contactos
eces antes de que una voz s
Bruno
ían conocido una vez, hacía un año, en una conferencia de tecnología. Había sido encantador, inteligente y la había mirado con una
o crudo-. Información privilegiada. Del tipo que p
a al otro lad
éndose en algo afilado e inquebrantable-.
de Bruno era agu
ando al hombre que sangraba en su suelo y la v
r a Valeria Montes -dijo-. Q
ga. Cuando Bruno volvió a hablar,
, Valeria Montes estará mu