Escapando de Su Obsesión, Encontrando el Amor
or en mi pierna un dolor sordo y punzant
udar. Solo mira
aldas de Alejandro aparecieron
me de un tirón. El movimiento envió una nuev
sacáramos de aquí -gruñó el gua
curo callejón. Mi pierna herida raspaba contra el pavimento áspero.
raspado la rodilla. Una vez me cargó por más de un kilómetro de regreso a nuestro coche de
e era un
gro. Me desplomé contra el asiento, mi cuerpo
lor a antiséptico era agudo y limpio. Una en
gre. Tiene mucha suerte. El doctor dijo que el fragm
on ojos c
u familia?
s palabras sabían a ceniza en
itación se abrió y
lí, su rostro como
leto a la enfermera. No preguntó cómo e
taban lleno
la muñeca -dijo, su voz baja y
-dije, mi voz débi
celosa y eres vengativa. No sopor
o es v
rostro a cent
te pondrás de rodilla
toda mi vida había desaparecido por completo,
blorosa pero firme-. Ella es la que debería disculp
rró la barbilla, sus dedos
mal de ella. No eres dig
no era nada comparado c
con un
ás, o te haré
guardaespaldas que
vens
uja intravenosa de mi brazo. La sangre b
a herida soportó mi peso. La herida, recién
lojaba Valeria. Estaba sentada en la cama, con la muñeca envuelta en un
a. El duro suelo de linóleo estaba frío con
lejandro, su vo
borrosa por las lág
ría la sa