La Curandera Sin Poder
a tensión en la cas
l le estaba leyendo poesía, y ella descansaba
de Sofía se amplió, v
ce. "Emiliano es tan culto. Es una pena que tus días como ven
el ceño, no a S
a molestes.
abía desaparecido, reemplazada por una confianza cruel. "Solo estoy d
quieta, e
continuó, saboreando cada palabra. "No fue un accidente.
. Su rostro estaba pálido,
erosa no puede ser un simple conducto. Necesitábamos que fueras una cáscara vacía, alguien lo s
ió inclinarse
ea," se rió. "Te convirtió en una vendedora d
espeso, difícil de respirar.
irador. "¿Realmente creíste que fue una enfermedad repentina? Eran curanderos fuertes. No, no. Yo los envenené.
pájaros, el susurro del viento,
s padres.
n una sonrisa triunfante. "Él me ayudó a
fue un pensamiento, fue un instinto. Un grito animal rasgó mi garg
sa de su rostro. Quería
ble me detuvo. Emiliano se había movido. Estaba de pie fren
ó, su voz llena de una
gesto, y caí al suelo. El
do por mis mejillas. Él, mi esposo, estaba protegiendo a la a
nstruo," logré de
el y definitivo. Sentí una presión en mi garganta, como si una mano invis
abía quitado la voz, el ú
que debió haberlo quemado. Si creía que silenciarme me det
o, todavía temblando por el su
Te pondré a sal
en el suelo, sin voz y con el coraz
u silueta protectora junto a la de
amigo el nahual. No era una p
de aquí.
abrazaba, consolándola. La imagen se grabó en m
dolor. Solo un propósito fr
struirlo