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La Curandera Sin Poder

Capítulo 1 

Palabras:1037    |    Actualizado en: 09/07/2025

y a tierra húmeda, un aroma que

eño pueblo. Mis manos conocían el lenguaje de las hierbas

día, todo

ció en el aire. Sentí cómo mi poder, esa corriente cálida que siempre fluía por mis venas, se secaba de golpe. Mis manos

en una humil

no a verme. Sus ojos, que antes me miraban con supu

teje

ra fría,

ujer sin poder, Ximena. Mi

se había comprometido con mi hermana adoptiva, Sofía. Ella era u

r a polvo de huesos del Mictlán, me envolvió en el mercado. Mi cuerpo se convulsionó, y cuando el espasmo pasó, mis

o en una simple ve

s mismos que antes buscaban mi ayuda ahor

la gran c

ve para vender

. Era Emiliano, el respetado cacique del pueblo vecino. Su presencia imponía

autoridad. "Te daré el honor y la protecció

la mañana, pasé de ser el hazmerreír del mercado a la esposa del cacique de un pueblo prósper

veces son pesadi

había comenzado a afectar nuestro pueblo, marchitando los cultivos. Buscando a Emiliano pa

go. Reconocí la voz profunda y retumb

odas las sequías de S

nquila, como si estuviera

el aire

on el viento del Mictlán, transformándola en vendedora de elotes solo para debilitar su espíritu y su conexión con la tierra. Si sigues carg

soltó una

tuales, preferiría que Sofía se convirtiera en la Gran Bruja sin ningún obstáculo. En cuan

abra era

ger a Sofía de las consecuencias de su propia magia ambiciosa. La sequía que azota

da... todo había sido orquestado por el

yarme en la pared para no caer. Me reti

il, mareada. Buscando un lugar fresco donde esconderme del agobiante poder que me estaba dre

tr

un almacén ni un estu

estaba dedi

s exhibidos en maniquíes, sus libros de hechizos

ca me amó. Ni siquiera me veía a mí. Solo me usó como un instrume

ecreta justo cuando Emi

s pálida," dijo, su rostro

imera vez al monstruo que se esco

extrañamente calmada. "Dale el pésame a Sofía. Par

helado, confundido

derarse de mí. El dolor seguía ahí, pero a

trar una salida. No podía seguir siendo el sacrificio silencioso de na

amigo,

n recordaba, tracé un símbolo en la palma de mi man

uxilio. Una promesa

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