El Cíclo de Nuestro Destino Deplorable
que le pareció frío y vacío. Un pitido rítmico y constante llenaba el silencio de la habitación, y un dolo
mi amor, d
on esfuerzo y lo vio a su lado, sentado en una silla, con la cara pálida y ojeras oscur
rró ella, con l
, mi vida, estoy aquí. No te dejaré sola nunca más." Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras besab
erdos eran borrosos, fragmentos de metal ret
pe seco que resonó en la habitación. "¡Fue mi culpa! ¡Todo es mi culpa! Si no te hubiera presionado para ir
ofía, aunque su propia memoria aú
je, el asistente de Mateo, se asomó. "Señor Mateo, la junta
a la junta, no me importa la empresa! ¡Nada es más importante que
ntió una punzada de calidez a pesar del dolor, él siempre había sido así
eemplazada por una devoción abrumadora. "Voy a traer a los mejores médi
susurros y revisando sus gráficos. Mateo los había convocado a todos, los mejores especialistas del país, como si s
as de sus piernas, la circulac
ó el borde de la sábana blanca para levantarla. S
evantó, la sonrisa se congeló en su rost
retadas que terminaban abruptamente debajo de sus rodillas. No había
a, las que le daban vida, las que la convertían en fuego sobre el e
os sobre el asfalto mojado, el brillo de los faros acercándose a una velocidad imposible, y detrás del volante, el rostro de
la expresión de Sofía, comprendiendo qué recordaba. "No te p
ra. "La encerré. Está en un lugar donde no verá la luz del sol, dond
días se convirtieron en semanas. Mateo no se apartaba de su lado, cuidándola con una devoción que rozaba la obsesión, pero
ta, una amiga le envió un enlace a un blog anónimo. "Amiga, est
co, el autor anónimo contaba cómo "M", su amante, la visitaba todos los días en su "prisión dorada", llevándole su comida favorita y
era una daga. "M" era Mateo. La "prisión dorada" era el l